Noé

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

La mística de la piedad.

Los mitos son interpretaciones socioculturales sobre acontecimientos del pasado de una comunidad. Estas construcciones configuran la estructura ideológica e imaginaria de una sociedad, llegando a convertirse en una sustancia onírica que abre una puerta oculta a los secretos del inconsciente colectivo. Noé (Noah, 2014) retoma el mito bíblico del diluvio universal desde una interpretación fantástica y mágica para reconstruir a partir de fragmentos de diversas estructuras mitológicas una historia sobre el perdón, la piedad y la necesidad de destruir para crear.

Una vez asesinado Abel, Caín huye y comienza junto a un grupo de ángeles caídos una sociedad violenta pre industrial cuya ideología pretende que corrompa la tierra, destruyéndola. Los hederos del tercer hijo de Adán y Eva, Seth, mantienen una relación de respeto por la naturaleza, con lo cual los herederos de Caín viven en ciudades y los de Seth en las llanuras infértiles.

A través de sueños, Noé (Russell Crowe) recibe de parte del creador una visión acerca del inminente fin de la humanidad y decide emprender un viaje por la tierra yerma y baldía junto a su familia para buscar a su abuelo Matusalén (Anthony Hopkins). Noé recibe de su abuelo unas semillas del jardín del Edén que hacen brotar un río y un bosque alrededor para construir el arca que le permitirá salvar a una pareja de cada animal para repoblar la tierra una vez que el creador la purifique a través de la inundación. Los indicios de la inundación, la hambruna y la obra megalómana de Noé atraen a los descendientes de Caín, liderados por Tubal-Caín (Ray Winstone), y confirman la resolución de Noé de que la humanidad no merece sobrevivir al diluvio.