La conquista del Oeste
En su tercer largometraje, la realizadora de origen chino Chloé Zhao se sumerge nuevamente en las subculturas norteamericanas para seguir los pasos de los nuevos nómades que recorren las carreteras y las ciudades en la búsqueda de un nuevo país en ciernes con un tono que combina el registro documental con la ficción.
Fern (Frances McDormand), una viuda de alrededor de sesenta años, abandona la desaparecida ciudad de Empire, en Nevada, para lanzarse a la carretera con su camioneta reacondicionada tras empacar sus pocas pertenencias y dejar el resto en un depósito después de haber pasado por un trauma debido a la muerte de su marido tras una larga enfermedad. El cierre de la empresa constructora en la que trabajaba con su marido, debido a la merma en la demanda de yeso en Estados Unidos, impulsa a la protagonista a cambiar radicalmente su vida, situación que remite al largo declive industrial norteamericano y a la consolidación del proceso de transformación del capitalismo productivo en especulación financiera tras la última crisis del capital.
Frances McDormand logra una interpretación carismática sobre una mujer que lo ha perdido todo, lo que la conduce a emprender su viaje por el Oeste en plan de autodescubrimiento y sanación en su camioneta como una nueva nómade, situación que le revela toda una cultura basada en la solidaridad y el respeto por la naturaleza. En este viaje Fern se adentra en su pasado mientras hace nuevos amigos alrededor de la comunidad basada en el trueque y la solidaridad organizada por Bob Wells, un militante del nuevo nomadismo de carretera, filosofía basada en las ideas de escritores norteamericanos como Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, adaptada al Siglo XXI, que ayuda a sus miembros en su proceso de sanación.
Fern conocerá aquí a Dave (David Strathairn), otro hombre marcado por sus traumas, con el que entablará una amistad platónica, pero también se relacionará con Linda, una amiga con la que viajará a Arizona para conocer a Bob Wells, y con Swankie, otra veterana de la carretera que le enseñará a sobrevivir por sí misma. En Nomadland (2020) también hay un reencuentro de Fern con su hermana menor, con quien debate sobre los negocios inmobiliarios, la filosofía de los nómades y la valentía o la osadía de dejarlo todo para abrazar los peligros y los encantos que abundan en la carretera.
La película es una exploración profunda y vital del Oeste norteamericano desde la intimidad de la protagonista pero también desde la belleza y la crudeza de la naturaleza, retratada en su apacible severidad por el director de fotografía Joshua James Richards, quien ya había trabajado con Zhao en sus anteriores opus, The Rider (2017) y Songs My Brother Taught Me (2015). La música del compositor italiano Ludovico Einaudi acompaña estos paisajes desolados y desoladores del Oeste con una calidez serena y melancólica que invita a seguir tanto las reflexiones de la protagonista como su abandono a la contemplación, pero también rompiendo el artificio documental disruptivamente.
Fern es aquí por primera vez protagonista de su vida. En lugar de acompañar a su marido y vivir junto a él ahora debe tomar las decisiones sola y para eso decide precisamente no atarse a nada ni a nadie, salvo a algunos recuerdos de su familia y su niñez, platos, antiguas fotos, remembranzas del pasado que la ayudan a anclar su mente y su cuerpo errantes a la tierra. Por otra parte, Fern es testigo del registro documental, de las historias y las vidas de la comunidad nómade, una reformulación del sueño hippie desencantado y en plan de despedirse del mundo en lugar de transformarlo.
Nomadland es la adaptación dramática en clave introspectiva de Chloé Zhao del libro homónimo de la periodista Jessica Bruder, sobre la subcultura de los nómades que viven en las furgonetas alrededor de Norteamérica. Construida en base a escenas breves pero intensas y significativas, el film es una colección de viñetas sobre la vida en la carretera, el devenir de los nómades que acarrean sus traumas en un proceso de sanación que los lleva a encontrarse consigo mismos. El film tiene sus raíces en la cultura del folklore norteamericano, que se pueden rastrear en films como Into the Wild (2007), de Sean Penn, o Wild (2014), de Jean-Marc Vallée, por nombrar algunos de los más recientes, y discos como Nebraska (1982), de Bruce Springsteen.
Pero a diferencia de las historias narradas por Springsteen o de los films de viaje, aquí no hay una travesía para encontrar un hogar. En su lugar hay un abandono de la cultura del asentamiento después de haber experimentado el hogar. Aquí hay una metáfora sobre el hogar perdido y la necesidad de salir en la búsqueda de esta sensación de sosiego lesionada por el capital en el abandono del hogar, lo cual es en realidad una obligación ante la disolución de la ciudad en la que vivía.
Zhao crea una balada emotiva que más que mirar al futuro se centra en la soledad del presente y en los traumas del pasado para construir una crónica de un aprendizaje, de una asimilación a un modo de vida que hace de la incertidumbre su filosofía. Si bien el film narra el desprendimiento de la protagonista de sus antiguas ataduras, también hay un relato de la generación de nuevas amistades, una mirada sobre las relaciones humanas de apoyo mutuo pero que propone un equilibrio entre la independencia y la solidaridad.
En base a la experiencia de Bruder, Zhao y McDormand encuentran en la subcultura nómade los efluvios de una contracultura en formación pero también un modo de vida coherente con la necesidad del capital de trabajadores eventuales sin derechos que viven únicamente para la subsistencia, sueño del capital financiero de destrucción de las conquistas laborales. De esta forma las autoras ponen de manifiesto una dialéctica entre el vivir intensamente y el consumir intensivamente, dos facetas contradictorias que se funden y se separan en un proceso magmático en el corazón y la mente de las personas.
A pesar de tener raíces en la cultura norteamericana y en la contracultura, Nomadland es más bien una de las respuestas de los desplazados y excluidos a la especulación inmobiliaria que desató la última gran crisis del capital en Estados Unidos, una decisión consciente de alejarse del sistema o asimilarse a él desde el lugar del derrotado, del trabajador golondrina, una visión que intenta no mirar hacia el futuro de los excluidos, imagen que se acerca a medida que las corporaciones destrozan los derechos laborales y la solidaridad de los trabajadores. Fern arrastra así su hogar con ella, lo lleva en su corazón como una carga, pero buscando transfigurar el concepto en una sanación espiritual en un film sobre el hogar perdido y reencontrado tanto en uno mismo como en los que lo rodean.