A veces es la corrección política hollywoodense que simula apertura ideológica e igualdad genérica, premiando minorías étnicas para compensar su propia falta de autocrítica de antaño. En otras, el falso pluralismo coloca de relieve cuestiones candentes y urticantes de la fibra social. Todo sea por la comunidad. Tal y como lo refleja la crisis económica que sirve como disparador a la presente ficción. Que “Nomadland” haya arrasado en la última gala de los Premios Oscar dice mucho al respecto. Las estatuillas a Mejor Película, Mejor Directora y Mejor Actriz resulta, en extremo, llamativo. ¿En verdad tiene “Nomadland” verdades importantes para decirnos tras la aparente exploración introspectiva acerca del ser anticonvencional?
Debatiéndose entre la pasividad y la pretensión, Chloe Zaho construye un relato emplazado en paisajes grandilocuentes, en búsqueda de cierta pionera refundación a la hora de desnudar el alma americana. Melancólica, confronta modos de vida antagónicos: puede que la concepción propia del individuo, fuera del sistema, coloque el valor específico de la esperanza en un lugar por demás incierto. Trazando su propia noción de épica odisea como declaración de principios del ciudadano errante, el film prefiere el hermetismo expresivo y la economía de recursos. Sin embargo, la poca profundidad con la que indaga en los conflictos de su protagonista diluye los intereses de este drama existencial, en forma directamente proporcional a las expectativas posadas sobre esta película, injustamente favorecida dentro de un mapa cinematográfico aciago, en efecto dominó pandémico.
Allí esta la outsider Frances McDormand, riéndose del sistema. Ser una extraña, quizás, le otorgue la ansiada reivindicación. Descubierta por los Hermanos Coen en la genial ópera prima noir “Sangre Fácil” (1984), mostró su virtuosismo interpretativo en “Arde Mississippi” (1988), tiempo antes de exhibirse creativa a las órdenes de Robert Altman en “Vidas Cruzadas” (1993). Conoceríamos su verdadera impronta actoral en “Fargo” (1996), su primer encuentro con el dorado Oscar. Diva diletante sin refinamiento, jamás recurrió a capas de maquillaje para ocultar su falta de solemnidad. Intérprete con mayúsculas y huidiza del glamour, rehusando al encasillamiento de todo prototipo, ratificó su don de actriz salvaje e intensa en su rol protagónico de “Tres Anuncios para un Crimen” (2017). Acreedora de la triple corona actoral de la Academia por la presente película, cualquiera de sus competidoras de categoría (Andra Day, Carey Mulligan, Vanessa Kirby y Viola Davis) podrían debatir el resultado final. Sentar a McDormand en la misma mesa que Meryl Streep es una osadía.