Nomadland es una de las estrellas de la temporada de premios correspondiente al inusual y deprimente 2020. Las temporadas de premios son siempre arbitrarias y absurdas. Una docena de películas compite en al menos medio centenar de lugares. Busquen como era el cine hace setenta años. Los más grandes maestros realizaban películas extraordinarias y había solo un par de premios dando vueltas. Ahora hay más premios que películas. Esto lleva al aburrimiento, al negocio del lobby y a la alimentación desmesurada del ego de los artistas. Hacer películas para los premios es un arte en sí mismo. Un arte muchas veces reñido con el cine. En lo personal me resulta agotador ver como un actor o una película va recibiendo el galardón de cada grupo, país, sindicato, raza, género y la mar en coche que anda dando vueltas por ahí. Pero ocurre algo más: Cuántos más premios gana una película, más enojo despierta en aquellos que no la disfrutan. Gente que se siente defraudada al creer que un premio es un sello inequívoco de realidad.
Todos los años la gente se pregunta con renovada inocencia si tal o cual film era para ganar el Oscar. No importa si es una obra maestra o una porquería a todo vapor. Es parte de la industria, es parte del negocio, pero no debería ser parte de la experiencia de los espectadores el luchar contra los premios. Cómo sería Nomadland si hubiera sido olímpicamente ignorada en esta temporada? Lo mejor, cuando se puede, es centrarse en la película. Muchas veces se usa un premio para elevar una película, pero muchas veces se lo usa para confirmar que no nos gustó.
Nomadland cuenta la historia de Fern (Frances McDormand) quien en el año 2011 se queda sin trabajo al cerrar la planta donde trabajaba. Recientemente viuda, ella deja todo atrás y se convierte en nómada. Vive con trabajos temporales en diferentes lugares según la estación del año, mientras conoce a otros nómadas y sus historias en el camino. Eso es todo lo que cuenta la película que se mueve entre los recursos de la ficción y el documental, como los anteriores films de su directora, Chloé Zhao.
Chloé Zhao es una realizadora nacida en Beijing, China, en 1982, estudió en Gran Bretaña y luego se radicó en Estados Unidos, donde ha desarrollado su carrera cinematográfica. Sus primeros dos films se caracterizaron por el retrato de personajes no urbanos interpretados por actores no profesionales. Songs My Brothers Taught Me (2015) transcurría en una reserva india y The Rider (2017) en el mundo de los cowboys de rodeo. En ambos casos los límites entre la ficción y el documental se diluían. Historias minimalistas con algunos de los vicios del cine independiente pero que ambos casos terminaban mostrando un gran corazón y un enorme cariño por los personajes. Ambas eran buenas. Se notaba, además, un camino. La ópera primera era más descarnada, salvaje, de verdad buscando lo documental, mientras que la segunda ya mostraba más estructura clásica y una intervención más grande de la ficción. Esa línea no le quedaba mal a la directora.
En Nomadland el salto es muy grande para quienes vieron los dos títulos anteriores. Para empezar pone a la actriz más prestigiosa del mundo de los premios en Estados Unidos, Frances McDormand. La actriz también es la productora. Otro actor importante, David Strathairn, es el segundo personaje clave de la historia. Ellos conviven en la narración con los actores no profesionales, algunos de los cuales se interpretan a sí mismos, como Bob Wells, el gurú de la vida nómade. McDormand y Strathairn son excelentes intérpretes. Hay momentos en los cuales ella actúa de parecer actriz no profesional y es un show secreto que merece un estudio aparte. Pero aun así es una estrella de cine. Verla ir al baño en un balde no parece un documental, parece una estrella de cine haciendo de pobre. Es decir, a veces deslumbra y a veces nos distancia. No es culpa de ella, es el problema de jugar a dos puntas.
Es difícil mostrar la marginalidad y la pobreza. La película, como en los films anteriores de la directora, nos muestra cosas que no son tan conocidas. Casi se podría decir que conforma una trilogía con estas películas. Primero retratando a los indios, luego a los cowboys y finalmente a los pioneros que se movieron por Estados Unidos en su período fundacional. Son los indios marginados, los cowboys frustrados y los pioneros sin destino. En los primeros dos films la familia los salva y los recupera. Acá la soledad se impone, aunque con ella también la libertad. No es una película demoledora porque no va hasta el fondo con respecto a la crudeza de la vida que llevan los personajes, en eso no está claro si es pudorosa o si simplemente busca idealizar ese mundo.
Muchos realizadores no nacidos en Estados Unidos se han fascinado por la América profunda y la han retratado en cine. Zhao no busca la belleza de, por ejemplo, Win Wenders, su estética es más primitiva y simple, aunque los cielos de Estados Unidos a veces ayuden a cualquiera a dar un buen marco para las historias. El siguiente film de la directora es una superproducción de Marvel, por lo cual sí podemos decir que aquí cierra una etapa de su carrera. En cuanto a los premios hay que decir que esta será la temporada más fácilmente olvidable de todos los tiempos, así que con los años no le jugarán ni a favor ni en contra.