El chiste es viejo y se puede contar de muchas maneras, pero siempre tiene como base un avión. Los pasajeros pueden ser un alemán, un italiano y un argentino, o un francés, un americano y un gallego, e incontables variantes más. En el caso de Non-Stop, en un avión se encuentran un árabe, un terrorista y un Liam Neeson. Y no, el terrorista y el árabe no son la misma persona aunque, corrección política aberrante mediante, por un momento se insinúa que podría serlo. Después se le pide disculpas: resulta que era un buen doctor. Reformulemos el chiste entonces: un doctor (árabe, igual sigue siendo importante), un terrorista y un Liam Neeson viajan a bordo de un avión. El Liam Neeson comienza a recibir mensajes de texto con amenazas, y en cuestión de segundos todo se va al demonio apareciendo en escena una bomba y malvados de caricatura.
Así contado no es gracioso, puesto que al chiste le falta un remate. Lo mismo le sucede a la película, o al menos le falta uno decididamente mejor que el que posee, pero -aunque resulte increíble- hasta el momento en que se arruina el chiste, Non-Stop es tremendamente entretenida. Y tener al actor que alguna vez interpretó papeles como el de Oskar Schindler (Schindler's List) o Jean Valjean (Les Miserables) sin lugar a dudas ayuda para que esta película de argumento Clase-B salga a flote.
En tiempos post 9/11, la seguridad aérea es tópico obligatorio ante cualquier película que transcurra, al menos en parte, a bordo de un avión, y éste film de Jaume Collet-Serra toma lugar en el aire durante un 90% del metraje. Bajo la misteriosa magia de la estructura whodunit (quién-lo-hizo, en castellano), todos son sospechosos y actúan de esa manera (a veces, uno se pregunta si se están esforzando realmente para confundir al protagonista, aún aquellos pasajeros que son inocentes), y a medida que corre el tiempo -que tiene un importante rol en el argumento- los misterios se van develando. La fórmula se cumple al pie de la letra: el señor de buen porte sentado al final de clase turista parece ser malo, malo, malo, y cuando el héroe descubre que puede ser el villano, inesperadamente éste muere. Y sabemos entonces que no, era bueno, bueno, bueno y el asesino de turno se ha cobrado otra víctima. Se repite la escena una vez más con el señor sentado detrás, y así hasta llegar al quiebre que pide una resolución a gritos.
Pese a sus limitaciones y absurdos, Non-Stop es una película de acción entretenida, ridícula y súmamente dinámica. Aunque, lamentablemente, es también otra muestra de que quien protagoniza da para mucho más. Posiblemente veremos al actor en toda su gloria en el próximo film de Martin Scorsese, Silence, cuando se estrene en 2015. Hasta entonces, furia a puño limpio con Liam Neeson a cada rato, quien volverá a ponerse a disposición del director de esta película (por tercera vez, luego también de Unknown) con la venidera Run All Night.