Aerolíneas Collet-Serra
A principios de esta semana escribía un artículo de opinión, el cual puede leerse aquí, en el que, entre otras cosas, mencionaba esta cuestión de ciertos cineastas latinoamericanos, como Alfonso Cuarón, que puede decirse que ya no son realizadores de su país de origen, porque trabajan con formas y herramientas hollywoodenses, aunque no dejan de ser latinoamericanos en el sentido de querer ser estadounidenses. Esta noción también podría aplicarse en clave ibérica con Jaume Collet-Serra, catalán de nacimiento pero ya incorporado a la cadena de producción de Estados Unidos desde hace un rato largo, con dos films realmente muy buenos, como son La casa de cera y La huérfana. Es alguien indudablemente talentoso, con una notoria capacidad para la puesta en escena vinculada al suspenso, donde siempre la identidad física y psicológica es puesta en cuestión. Sin embargo, todavía sigue posicionado en la línea media de la industria -en la cual es evidente que se siente cómodo- y le falta un proyecto que lo ponga en el mapa grande. Quizás la adaptación de Akira sea la película que le dé la chance de consagrarse.
Mientras tanto, Collet-Serra vuelve a juntarse con Liam Neeson, a quien venía de dirigir en Desconocido, un thriller que tenía una primera mitad bastante sólida y una segunda mitad que tenía más agujeros que un queso gruyer. Neeson es también alguien que, desde la actuación, ha ido desarrollando en los últimos años una especie de sub-filmografía dentro del conjunto total de su carrera, en la que se ha ido cimentando como un héroe de acción maduro, capaz de conectarse con un público más adulto sin por eso abandonar al espectador más habitual del género. En Non-stop: sin escalas interpreta a Bill Marks, un alguacil encargado de prestar seguridad en los aviones con unos cuantos problemas personales, que abarcan desde el alcoholismo hasta una situación familiar camino a derrumbarse por completo, que durante un vuelo comienza a recibir inquietantes mensajes de textos donde alguien anónimo le dice que asesinará a un pasajero cada veinte minutos a menos que reciba 150 millones de dólares.
Una manera de resaltar los méritos de Non-stop: sin escalas es comparándola con Séptimo, que también contaba con un director español, Patxi Amezcua: ambas son películas bien de molde, con premisas muy elementales pero potencialmente sostenibles, desarrolladas en un solo espacio, donde además el tiempo juega un papel fundamental, aportando a una mayor escala de tensión y paranoia. Pero Collet-Serra posee mucho más oficio narrativo que Amezcua y realmente sabe sostener atmósferas: durante buena parte del relato, el público comparte plenamente la paranoia de Marks, que encima se va convirtiendo en un personaje cada vez más problemático por las salvajadas que va haciendo para encontrar el criminal y que incluyen todo el catálogo posible de la mano dura estadounidense.
Hacemos alusión a lo de la mano dura porque Non-stop: sin escalas es, a su modo, una película ambiciosa, que a lo largo de su narración va tirando diferentes puntas en la narración. La parte del thriller paranoico Collet-Serra la maneja con sapiencia, ayudado por la solidez argumental no sólo de Neeson, sino también de un elenco con nombres sólidos, como Julianne Moore, Lupita Nyong’o, Corey Stoll, Shea Whigham y Linus Roche, y hasta se da el lujo de meter un plano secuencia en combinación con efectos especiales que tiene mucho de exhibicionista pero también de funcional a lo que se está contando. Pero toda la trama de suspenso está también atada a, en primera instancia, un drama de redención personal, en el cual Marks, convertido en el sospechoso de la conspiración que él mismo denunció, realizará un camino de expiación para poder dejar la culpa del pasado realmente atrás, instaurando un verdadero presente en su vida; y en segunda instancia, a una lectura política que se va haciendo cada vez más evidente a medida que avanza el metraje, con la cuestión de la seguridad como eje problemático.
Lamentablemente, las variables dramática y política no están del todo ajustadas en la película, con unas cuantas escenas forzadas y personajes que no terminan de ser verosímiles en sus acciones, en especial sobre los minutos finales, lo cual también termina resintiendo el suspenso. Aún así, dentro de su medianía, Non-stop: sin escalas es un viaje interesante en varios niveles, que evidencia nuevamente las capacidades de Collet-Serra, un realizador con un piso alto pero que puede dar mucho más.