Desde el arranque de “Non-Stop”(USA, Francia, 2014) uno sabe que hay algo que no cierra. Liam Neeson se brinda de lleno a Jaume Colet-Serra, una vez más (ya colaboraron en “Unknow”), y logra componer a Bill, un marshall aéreo norteamericano, que tras la dura fachada de su rigurosidad en lo laboral, esconde secretos que pueden ser puestos en juego en momentos de tensión posterior. Bill tiene un trabajo adrenalínico, pero claro está, como siempre esto sucede para los otros que no lo hacen.
Hay mucho de imaginación en esto de creer que ser policía aeronáutico tiene mucho de James Bond, pero en realidad tiene que ver mucho más con una desgastante tarea en la que casi nunca pasa nada, pero cuando pasa, ahí hay que estar con todos los sentidos alertas.
Claro está que no es el caso de Bill, quien antes de cada vuelo, y para poder superar el despegue del avión en cada viaje que emprende, toma cantidades, controladas, de alcohol. Igualmente el miedo no desaparece, así que debe encerrarse en uno de los baños de los jets a fumar, tomar nuevamente y tratar de pensar en otra cosa más que el tiempo pase rápido y llegar a tierra. Pero su celular comienza a recibir extraños mensajes, alguien lo interpela dándole indicaciones que debe seguir, caso contrario una persona cada veinte minutos morirá.
Collet-Serra construye un relato vertiginoso a 10 mil pies de altura sabiendo que la tensión se irá generando con cada paso y decisión que el personaje de Bill tome. Cabe aclarar que a Bill mucho no le hacen caso, y excepto la fe ciega que deposita una de las pasajeras, Jen (una Julianne Moore correcta), debe arreglárselas él solo para poder tomar el camino necesario que lo lleve a una óptima resolución del conflicto. Todos son sospechosos. La conspiración a la hora del día.
Más cuando el director decide narrar la historia pero de manera inversa. Bill es observado con recelo por cada uno de los pasajeros del jet, incluyendo la tripulación a bordo. Los trazos gráficos que corresponden a los SMS que va recibiendo, como así también la utilización del primer plano para contar, es lo que va generando la adrenalina necesaria para este tipo de historias. Hay momentos que podrían ser obviados, cargados de un sentimentalismo y amaneramiento innecesario (la historia de la niña que viaja sola, alguna revelación sobre Jen o sobre el mismo) que restan potencial y fuerza a la búsqueda de aquel que intenta matar a todos en el avión.
La música también merece una mención en este sentido. Cual programa de reencuentros televisivos enfatiza la sensibilidad de un discurso que va por otro lado, el relato de una búsqueda desesperada casi en tiempo real. Heredera de “24” o de películas de género como “Plan de Vuelo” o “Air Force One”, el hábil Collet-Serra va más allá generando atmósferas y un tratamiento de la imagen (granulado/color) que incita al dinamismo y la continuidad de la acción. Atentos a una increíble pelea en uno de los pequeños baños, como así también a la inteligencia con la que Bill resuelve algunas situaciones complicadas (a modo de McGyver), en una película que sabe que el entretenimiento y la desesperación por la resolución por parte del espectador está asegurada.