Con los pelos de punta
Liam Neeson tomó en algún momento la decisión de no estancarse en los papeles importantes y serios (no quise entrecomillar, creo que no es necesario) y recuperó el espíritu de género que en los comienzos de su carrera lo hizo brillar en Darkman. Con Taken demostró ser no sólo un buen héroe de cine de acción, sino directamente un gigante del género. En Non-Stop encuentra una vez más un gran guión y una buena historia que le sirve para lucirse en pos de hacer brillar aun más una película excelente. El no es el principal responsable del resultado, pero es una pieza fundamental. Actúa con todo lo que tiene para hacer una película de género, un entretenimiento puro, una película disfrutable de punta a punta. Un consejo sincero: verla en cine sí o sí, porque la tensión es demasiado alta y la película no merece ser vista de forma distraída y displicente en un formato hogareño.
Neeson interpreta aquí a Bill Marks, un agente encargado de seguridad aérea a bordo de un vuelo entre New York y Londres. Bill tiene problemas con el alcohol y un trauma de su pasado que lo obsesiona. No tiene idea de lo complicado que será el vuelo que está a punto de abordar. La tentación de contar el argumento de la película podrá ser grande, pero sinceramente creo que no hay que saber nada más de la trama hasta ver la película. Porque cada escena abre un interrogante que va a dejar al espectador cada vez más enganchado con la trama. A Liam Neeson lo acompaña un elenco de grandes actores, algunos famosos, como Julianne Moore, pero también un grupo de desconocidos que brillan por la intensidad y efectividad de sus trabajos.
El director es Jaume Collet-Serra, responsable de buenas películas de terror, como La casa de cera y La huérfana y de otro film de acción con Liam Neeson, Desconocido (Unknown, 2011). Sin duda que su estilo es preciso, que logra que cada escena esté cargada de tensión y que se pueda vivir la claustrofobia y la paranoia del protagonista. Un buen guión, un gran director y un protagonista de primera clase le permiten a Non-Stop convertirse en una película fuera de lo común. Con el agregado de todo buen film norteamericano: La segunda oportunidad. A diferencia de la vida, le debemos a Hollywood permitirnos soñar con una chance de curar las heridas, de compensar los desequilibrios y saldar las cuentas. Resulta particularmente emocionante en el caso de Non-Stop y en medio de la acción y el suspenso queda un buen lugar para sentir un cariño extra por el protagonista. Larga vida a los films como este.