Honestamente, no sé si lo que acabo de ver fue formidable o simplemente una porquería. En realidad ése es el problema constante de los filmes de Jordan Peele: después de Get Out todo lo que ha dado parecen fabulosos ejercicios de estilo con historias a medio cocinar. Hay momentos ridículos y momentos de tensión que te dan ganas de aplaudir de pie; genialidades y burradas diseminadas por todo el relato, y una sensación general que el viaje es bárbaro mientras dura pero al final te termina decepcionando. Pasaba lo mismo con Us – el hito anterior de Peele -, solo que acá la idea tiene (para mis gustos personales) mas gancho.
En general adoro los escenarios únicos. Algo tipo Duro de Matar donde todas las situaciones de tensión transcurren en un solo edificio. Acá el escenario es gigantesco pero no por ello no deja de ser claustrofóbico, limitado y desesperante – un valle en medio de la nada, como si estuvieras en un lugar perdido de Dios y nadie pudiera venir a socorrerte aunque precises desesperadamente ayuda y estés a los gritos pelados -. Peele hace un uso espectacular del valle de Agua Dulce – un lugar semidesértico lleno de colinas y con un aire tan limpio que puede verse (y oírse) a kilómetros de distancia -. En sí Nope empieza como una versión dark de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, luego deriva en una versión blaxploitation de Señales y termina mutando en una versión lisérgica de Tiburón (!!). El clima es intenso y las cosas que pasan son shockeantes, así que uno no tiene dramas en comprar la premisa (sobre todo, cuando uno se entera realmente de qué va la cosa) y aceptar todo lo que Peele quiera vender durante el viaje. El drama es que, para llegar al núcleo del asunto, Peele se bambolea de un lado a otro con subtramas que no importan un pomo (o que están traídas de los pelos), amén de que la mayoría de estos personajes son detestables. Keith David es un patriarca algo prepotente que apenas dura un par de escenas, Daniel Kaaluya se lo ve estancado y aburrido, y el personaje de Keke Palmer es abominable – es tan vaga y egocéntrica que te crispa los nervios -. Claro, Papi tiene un rancho que alquila caballos amaestrados para películas de Hollywood pero últimamente la cosa no va muy bien; la Palmer es la hija inútil llena de gases de colores en la cabeza y Kaaluya es el pobre laburante que tiene que fumarse a todo el mundo ya que es el único que pone el lomo. Por suerte con el paso del tiempo los personajes se vuelven mas tolerables.
En sus rondas de prensa acerca del filme Peele ha insistido en que ¡Nop! se trata de una sátira sobre nuestra fascinación sobre el espectáculo, aun cuando se trate de uno morboso. Bravo, te felicito!: si ése era el mensaje que pretendías transmitir, te aclaro que hiciste un pésimo trabajo porque al espectador – por sí mismo – le resulta imposible deducirlo. Por ejemplo la inclusión de un ranchero asiático (Steven Yeun) – que fuera estrella infantil de sitcoms hace décadas hasta que ocurriera una tragedia en un set de filmación a causa de un chimpancé descontrolado – es tan bizarra y descolgada que no termino de captarla. En sí (y para mi) la aparición de Yeun y su show ranchero solo sirve de carne de cañón para que se luzca la cosa freak que acosa desde los cielos al rancho de Palmer y Kaaluya. Pero jamás se me ocurriría relacionarlo con una fascinación morbosa que tiene el público con cualquier tipo de imágenes que los medios transmitan – desde un blooper violento hasta terroristas decapitando gente frente a cámara o viendo sangrientos choques automovilísticos en vivo -. En todo caso si ésa era la intención de Peele – incluyendo un shockeante párrafo de la Biblia: “Y te bañaré con abundantes inmundicias tu cuerpo; te haré despreciable y te convertiré en un espectáculo” -, lo siento Jordan: tu mensaje es confuso y bizarro. Acepto la intención – creo que merecería una gran tratamiento cinematográfico el cómo el morbo de la gente ha mutado con el paso de los años hasta carecer de limites y absorber sin filtro todo tipo de atrocidades que los medios exponen, aceptándolo con indiferencia o como si fuera una película de Hollywood -, pero no acepto el cómo me lo intentás vender. Es posible que la anécdota sobre Gordy – el chimpancé que se chifló y mató a medio elenco en el set donde trabajaba Yeun cuando era chico – merecería un filme para sí mismo; pero así como está es un emparche bizarro pegado a una historia que a veces es dispar y otras veces resulta fascinante.
En realidad todo pasa por esto: el patriarca David muere, Kaaluya y la inútil de Palmer quedan a cargo del rancho de su viejo y, de pronto, descubren que los caballos comienzan a desaparecer y que hay una nube que permanece fija frente a su propiedad. Pronto la nube se revela como el escondite de un OVNI, el cual se mueve con fascinante gracia sobre las colinas – y recrea esos momentos de Encuentros Cercanos donde el plato volador oscurecía pueblos enteros con su sombra mientras deambulaba en una noche de luna llena -. Como los hermanos andan en la mala, piensan seriamente (!!) en capturar esa cosa en video y venderla a los medios… algo completamente estúpido considerando que hoy en día cualquier flaco con una PC mediana, una GPU y un programa de efectos especiales te puede hacer un Día de la Independencia sin ser siquiera un estudio de Hollywood y con una veracidad que te pasma (ya no es como en los setentas donde la gente abría la boca con fotos y filmaciones de OVNIs… aunque la mitad fueran tapas de ruedas de auto). Traen al nerd de la tienda de electrónica, el trío sigue al objeto en las noches y terminan descubriendo cosas inquietantes. Y para capturarlo como debe (ya que el OVNI larga un pulso EMP que apaga todo dispositivo digital, incluyendo cámaras y celulares) deciden traer a un cineasta a la antigua (el diabólico Michael Wincott), el que filma en celuloide las andanzas del objeto.
(Alerta spoilers) Lo que sigue bordea entre lo brillante y lo bizarro, especialmente cuando Kaaluya deduce que la cosa es en realidad un depredador territorial que ha decidido asentarse en su rancho. Esto da pie a algunas secuencias formidables (it’s raining men!) y otras mas o menos, como el intento de Yeun (que ha descubierto la naturaleza del bicho) por controlarlo como si fuera un animal salvaje de su espectáculo de rodeo que pudiera domesticarse. Todo da pie a una versión 2.0 (a lo Peele) de las mejores rutinas de la segunda mitad de Tiburón, incluyendo criaturas cuyo paradero podés descubrir porque tienen sogas con banderines en la boca o van apagando muñequitos que flamean con su pulso EMP (y te permite deducir por dónde anda) (¿se acuerdan de los barriles amarillos haciendo bip?). Y cuando el bicho se muestra en toda su gloria, parece la interpretación bíblica original de un ángel (no un monaguillo bonito en traje blanco y con alitas sino un bicho gigante lleno de ojos, brazos y alas – ¿se acuerdan de Noé con Russell Crowe? – o de algo salido de Neon Génesis Evangelión – que es la obvia inspiración que Peele ha explicitado en sus ruedas de prensa -). La macana con todo esto es que, en vez de buscar venganza contra el bicho por haber matado a su padre (defecando miles de objetos puntiagudos a kilómetros de altura, los que cayeron a tierra como si fuera metralla y rebanaron al pobre David en pedazos), los hermanitos viven obsesionados con filmar a la criatura y sacar unos pesos… cuando lo que yo hubiera escrito es poner un caballo cargado con dinamita y hacer que el bicho se lo trague y explote como corresponde, cobrando sangre por sangre. Pero el final que eligió Peele es tan, tan, tan traído de los pelos que no termina por satisfacer a nadie (fin spoilers).
Si ¡Nop! es recomendable… depende de sus gustos y de su paciencia. La primera mitad está llena de adornos y divagues, una narrativa tan difusa que solo entretiene en momentos aislados de tensión. Luego sí se vuelve un espectáculo fascinante, siempre y cuando compre la naturaleza real del objeto volador. El final decepciona, pero no deja de ser un viaje plagado de momentos intensos que pocos cineastas en la actualidad son capaces de crear. Es posible que la intención final de Peele haya sido la de crear un espectáculo viral – trailers con poca data, escenas visualmente impactantes, humor bizarro, misterios Shyamalanescos -, incluso el título suena a chiste (es el latiguillo que repiten todos los protagonistas cuando ven que deben jugarse el pellejo en alguna situación de m… que es inevitable y extremadamente peligrosa). Yo creo que Peele lo logra pero, como en el caso de Us, precisaba otro par de ojos para pulir cosas del libreto y, en especial, darle un cierre satisfactorio a la historia en vez de ser la crónica de dos YouTubers desesperados por dinero a los cuales la muerte de su amado padre le importa mucho menos que la fama y la guita fácil.