Jordan Peele y un híbrido entre la ciencia ficción, el terror y el western
El director y guionista presenta su tercera película luego de sorprender al público con su largometraje "¡Huye! (Get Out, 2017)" y continuar con el género de terror en "Nosotros (Us, 2019)".
Sin embargo, a pesar del tono solemne que suelen tener dichos géneros, debido al pasado actoral de Peele dentro de la comedia, el relato posee también constantes gestos irónicos y humorísticos. Hasta el momento el autor ha realizado obras muy originales, creando su propio estilo narrativo y estético. Sus universos diegéticos siempre proponen algo inquietante que sale de la norma, para sin ser de este mundo hacer lo extraordinario presente.
Este rasgo es el centro de la trama en ¡Nop! (Nope, 2022), en donde en un rancho de California (Estados Unidos), ambientado en la actualidad, comienzan a suceder hechos extraños: los caballos que allí viven comienzan a tener un comportamiento caótico y desaparecen personas en zonas cercanas. Los dueños de la propiedad, dos jóvenes hermanos OJ (Daniel Kaluuya, quien ya había protagonizado la ópera prima del director Get Out) y Emerald Haywood (Keke Palmer) detectan que las peculiares alteraciones provienen de lo que ellos creen que es un OVNI-objeto volador no identificado- justo encima de su propiedad. Debido a la crisis económica que atraviesan, y ante la fascinación deciden registrar el fenómeno con el fin de poder obtener de ello un redito monetario, sin importar el riesgo que esto implica. La búsqueda por la interacción con esa fuerza desconocida hará que el horror se incremente, pero desde lo fantasmagórico, desde el juego con su presencia-ausencia. Los pares opuestos componen simbolismos que atraviesan toda la trama: extraterrestre/terrestre, cielo/tierra, presencia/ausencia, analógico/digital, pasado/presente, suerte/infortunio, caballo negro (“Lucky”) /caballo blanco (“Ghost”).
Todo esto parece simple así descrito, pero lo cierto es que una vez más el director demuestra desde el inicio, a través de un prólogo situado en 1998, que tiene un excelente manejo de la intriga y del suspenso. Puesto que allí, siembra el misterio a través de la tragedia acontecida en un exitoso programa de televisión familiar, del que participaba un simio, el cual desencadena repentinamente una tragedia sangrienta. Al respecto, la enunciación se tomará su tiempo en develar qué fue lo que realmente ocurrió y su presunta conexión con el tiempo presente del relato. No azarosamente se trataba de una sitcom (comedia de situación), un género televisivo dominante, ya que uno de los puntos del metalenguaje del filme es reflexionar respecto de las industrias culturales y el consumo de masas. Uno de sus protagonistas Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun), en aquel entonces una estrella infantil y actualmente dueño de un rancho temático de entretenimiento llamado “Jupiter´s Claim” (“reclamo de Júpiter”) cercano al barranco de los Haywood, aprovecha la tragedia para lucrar con ella y también para enmascarar su propio recuerdo de los hechos. Lo que le cuenta a la gente y el tono cómico de su exhibición dista bastante de su trauma infantil.
En consecuencia, según avanza la acción en un nivel de lectura en donde subyace la tesis social, la película cuestiona la mirada, a tal punto que desde el rol de espectadores seremos cómplices de aquello que el relato tanto critica. Por lo tanto, como es característico del cine de Peele hay una fuerte crítica a la sociedad norteamericana en varios aspectos: al intento de dominio superior de la humanidad por sobre la naturaleza, al morbo, a la necesidad constante del consumo de entretenimiento y a la industria del espectáculo. En adición, al igual que en otras obras del realizador, se expone el racismo. Lo cual se ejemplifica con la afirmación de la familia Haywood de que son descendientes del jinete que figura en la secuencia del fotógrafo Muybrigde, cuyos experimentos se consideran un antecedente del cinematógrafo. Es decir, que se exhibe la invisibilidad de los afroamericanos que la historia oficial edificó sobre su participación desde su génesis. Por ende, puede interpretarse que el “OVNI” ya sea con forma de nube, nave, medusa o barrilete, es algo dinámico y volátil que condensa lo sublime en términos kantianos (o “milagro malo” según el filme), aquello que resulta de la inmensidad de la naturaleza y que a pesar de ser abrumador no puede dejar de contemplarse. De forma tal que en ello se condensa la codicia de la humanidad y su deseo de generar “opio para las masas” a través de su explotación.
En conclusión, a pesar del atinado gesto cómico del desenlace, el final resulta emocionalmente poco potente y aquello que el relato se había encargado de representar como amenazante, se desdibuja demasiado rápido. Quizás porque el largometraje no logra mantener aquel terror nocturno durante los episodios diurnos de clausura. En adición, empero de que los personajes carecen de cierta profundidad psicológica, ¡Nop! posee algunas reflexiones interesantes sobre su contexto de producción y su ritmo dinámico hace que resulte entretenido.