¡Nop!

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"¡Nop!": cuando lo salvaje se niega a ser domesticado.

"¡Nop!" es la película en dónde lo fantástico se expresa de forma más libre dentro de la filmografía breve pero potente de Peele, que utiliza elementos muy reconocibles de la cultura popular de los Estados Unidos como “armas” para terminar con la amenaza exterior.

La fama de Jordan Peele como cineasta creció mucho y muy rápido. En solo cinco años y a partir de su exitoso debut con ¡Huye! (2017), que le valió un Oscar como guionista, además de recibir otras tres nominaciones, incluyendo una para él como director, Peele se convirtió en uno de los más influyentes hombres de Hollywood. Y todo desde géneros considerados menores como el terror o el fantástico y con apenas dos películas. Gran parte de ese prestigio se debe a que sus trabajos no estaban exentos de filosos comentarios o lecturas políticas, vinculadas a la discriminación que sufre la comunidad negra en los Estados Unidos y al lugar al que sus miembros suelen estar relegados, en la base de la pirámide social. Y esa es una de las grandes diferencias que ¡Nop!, su tercera película, muestra en relación a aquellas otras (la segunda fue Nosotros, de 2019).

No es que el asunto esté ausente y hay escenas donde esa incomodidad de ser negro en un país políticamente blanco se deja sentir con fuerza, pero no ocupa un lugar central. En ese sentido, ¡Nop! es la película en dónde lo fantástico se expresa de forma más libre dentro de la filmografía breve pero potente de Peele. Eso en parte se debe a que también es la más convencional de las tres en términos de estructura y la menos original en cuanto a lo estrictamente narrativo, aunque eso no la convierte ni en una película peor ni menos entretenida que las anteriores. Pero puede percibirse como un intento del director por salirse del gueto de la temática racial, para apuntarle a un público más amplio. Por eso puede decirse que, aun cuando los espacios protagónicos siguen siendo ocupados por personajes negros, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, e incluso los roles secundarios son representativos de distintas minorías (el actor coreano Steven Yeun y el latino Brandon Perea), ¡Nop! es la película más “blanca” de Peele.

No son las únicas diferencias que esta película registra en relación a sus predecesoras. Si las otras podían resultar graves, sobre todo en relación a su conciencia política y a la necesidad de crear universos complejos y novedosos, ¡Nop! se propone como un entretenimiento más ligero. La elección de la temática extraterrestre es un indicador claro en ese sentido; la presencia del humor, elemento ausente en las previas, es otro. Decisiones que no le impiden a Peele comenzar la película con la carnicería que provoca un mono actor en un set de televisión, donde mata a todo el mundo. Lo salvaje negándose a ser domesticado será el eje de este relato donde los protagonistas son dos hermanos, última generación de una familia de entrenadores de caballos para películas que se remonta al origen del cine.

Es imposible no ver en ¡Nop! los reflejos de Señales (2002), película que cierra la virtual trilogía del M. Night Shyamalan “bueno”, que también integran Sexto sentido (1999) y El protegido (2000). No es solo su temática: también están el escenario del paisaje rural; el seno familiar como núcleo de poder; la fe como camino para aceptar aquello que se oculta en lo evidente (el famoso “believe” usado por los extremistas de la ufología). Incluso la lógica de sus desenlaces, donde elementos muy reconocibles de la cultura popular de los Estados Unidos acaban funcionando como “armas” para terminar con la amenaza exterior. En esa apropiación por parte de la comunidad negra de símbolos como el cowboy, históricamente asociado al avance de lo blanco, introduce en la obra de Peele algo parecido al orgullo de ser estadounidenses a pesar de todo. Pero una crítica de ¡Nop! no estaría completa si no se mencionara el extraño diseño elegido para el alienígena de turno, que podrá fascinar por su originalidad a algunos, como decepcionar a muchos otros por su carácter poético. Porque, sí: puede haber poesía en el diseño y el director y guionista no se priva de utilizarla, quizás como una extravagante forma de homenaje al cine mismo.