Lo grande y lo pequeño
Actor recurrente del denominado Nuevo Cine Argentino, Daniel Hendler da su primer paso como director en esta película sobre las segundas oportunidades. Norberto apenas tarde (2010) retrata a un personaje sumergido en una medianía que comienza a agotarse, explorando un nuevo vínculo con el mundo.
En una Montevideo aletargada, gris, vive el Norberto del título, un treintañero que luego de perder su trabajo consigue un puesto en una inmobiliaria. Pero su andar cansino y su mirada abúlica señalan escaso entusiasmo, por la oficina y por la vida en pareja. Los dramas son “pequeños”, pero se han ido acumulando. Motivado por la recomendación de su nuevo jefe y una salida al teatro con amigos (que abandonaron la sala antes del fin de la obra), decide inscribirse en un taller de actuación.
Mientras que en buena parte del reciente cine norteamericano se hubiera gestado una comedia sentimentalista a partir de aquel cambio de rumbo, Hendler opta por mantener el tono contemplativo. Nunca abandona el punto de vista de Norberto, al que podríamos conjeturar como un alter ego. Y no del realizador, sino de esa especie de “personaje reiterado” que –con sus matices y variaciones- aparecía en películas como El fondo del mar ( 2003) o Fase 7 (2010), siempre a un costado del mundo exterior que corría con velocidad.
Norberto comienza a encontrar un nuevo vínculo con su entorno. Ello no implica la transformación en un hombre nuevo, pero sí al menos uno que se permite ir delimitando territorio. Tal vez por eso sobrellevará estoicamente su inminente separación, incluso invitando a su esposa a la muestra teatral, absorta ante tamaño pedido. Todos estos acontecimientos están retratados en una puesta en escena que, por momentos, se vuelve esquemática, pero que no desentona con el universo de Norberto. Una sub-trama en particular es eminentemente teatral: el hombre asiste en varias oportunidades al departamento de un matrimonio de ancianos con la finalidad de vendérselo a sus clientes. En esa espera se va tejiendo una red de sentido que anticipa el final, y que oscila entre la observación de lo que posiblemente no ocurra con él (una vida entera junto a otra persona) y el porvenir. Hendler elije –con inteligencia- al plano general para este momento, con la licencia de apuntar detalles que reaniman la comicidad que prima en el relato.
Difícil imaginar una mejor máscara que la de Fernando Amaral para este Norberto excedido en peso, bonachón, “buenazo”, diríamos, capaz de generar una empatía con el espíritu de sus jóvenes compañeros de teatro y de no recriminarle nada a su (lógicamente disgustada) ex mujer. La obra que le toca en suerte para la muestra es La gaviota, de Anton Chejov, en donde –como en varias piezas del autor- un personaje señala que hay que trabajar y vivir, sabiendo que los logros llegarán miles de años más tarde. Al igual que en aquellos dramas, Norberto apenas tarde es un relato intimista, que aborda desde el humor las vivencias de un “ser pequeño” que se permitirá transitar el mundo que le ha tocado en suerte con moderadas expectativas pero sabiendo que ello lo hará un hombre mejor.