Entre la melancolía y la duda
Estreno del Debut de Daniel Hendler como director, en el que Montevideo es un sujeto integrante del filme.
El uruguayo Daniel Hendler es, hoy, en el prime time televisivo de Los únicos , el agente internacional Wilson Castro. Pero para determinada cinefilia que acompañó el resurgir del cine nacional en los últimos veinte años, Hendler es una figura clave. Ningún otro actor –ni siquiera Ricardo Darín- integra de forma tan radical como fundamental el ADN del alguna vez llamado nuevo cine argentino. Sin repetirse, pero creando un tono y una serie de recursos en la actuación reconocibles, Hendler potenció desde esos hendlerismos una especie de energía que definió, sin funcionar como ancla, varias de las búsquedas y ambiciones nuevas. Y lo demostró tanto en su trabajo junto a Daniel Burman ( Esperando al Mesías , El abrazo partido y Derecho de familia ) como hasta jugando al género en Fase 7 , pasando por colaboraciones con varios nombres del nuevo cine argentino.
Esa impronta, esos hendlerismos , son los que generaban igual esperanza que desesperación a la hora de ver la coproducción uru guayo-argentina Norberto apenas tarde , la opera prima de Hendler. Pero Hendler, más por animal de cine que por diablo, logra sorprender incluso recurriendo a coordenadas emocionales y de tono ya visitadas por el cine uruguayo en películas como Whisky o 25 Watts .
Norberto...narra la historia de Norberto (un genial Fernando Amaral), un tipo de 36 años que acaba de comenzar a trabajar en una inmobiliaria, que se encuentra en un momento clave de la convivencia con su novia y que, impulsivamente, comienza a estudiar teatro. Norberto, su melancolía, su distancia asombrada y falsamente dubitativa, viven en Montevideo. Montevideo es, en cierto sentido, Norberto, y Hendler logra que ciudad-sujeto se conjuguen. Tomando una distancia prudente, Hendler sabe crear situaciones que definen a su personaje y sus incertidumbres: los intercambios con su jefe en la inmobiliaria o esos instantes en que Norberto se detiene a ver a una pareja de ancianos poseen igual cantidad de comedia que de búsqueda emocional.
Nunca abusando del momento, ni del absurdo creado por la cotidianidad de Norberto o de la melancolía montevideana (que se filtra, pero no inunda), Hendler apunta más a observar una vida que a narrar grandes momentos dramáticos. Desde una puesta en escena simple, que deja ver espacios semivacíos siempre, crea un filme gigante en su capacidad de capturar, como quien no quiere la cosa, la forma en que Norberto, además de llegar tarde, puede convertir el más común de los gestos en cine.