Norberto apenas tarde

Crítica de Roger Koza - Con los ojos abiertos

LA DEMORA

Ópera prima consistente de un actor cuya cinefilia lo lleva ahora a estar detrás de cámara

El plano inicial es un indicio: Norberto, sin saberlo, está siendo examinado. Su futuro jefe “interpreta” a un cliente y él le enseña un departamento para alquilar. El reconocido actor uruguayo Daniel Hendler, aquí detrás de cámara, elige una puesta precisa para la escena: un plano general fijo espera por la aparición de sus intérpretes. La composición visual indica un idea, una mirada. Un director de cine, antes de contar una historia, instituye y presenta un mundo y un tiempo.

El título de filme es genial. El “apenas tarde” indica una condición existencial: Norberto está demorado. No sólo llega tarde a su nuevo trabajo en una inmobiliaria sino a su propia vida. En una escena clave, después de que Norberto compruebe que tiene talento para el teatro, otro descubrimiento tardío (o, simplemente, una vocación demorada), un maestro teatral dará su devolución al grupo de principiantes, entre ellos Norberto, que acaban de representar La gaviota. Dice: “Lo que necesita Chéjov es precisamente juventud”. El movimiento de cámara es justo: el especialista da su dictamen mientras un paneo lento de izquierda a derecha pasa por todos los jóvenes del elenco hasta que la cámara se detiene en Norberto. El plano habla: nuestro héroe hace rato que no es joven.

Hendler cuenta una historia reconocible: un treintañero de clase media, cansado de su trabajo y en crisis con su mujer, incómodo con la totalidad de su vida y mucho más solo de lo que es consciente, descubre azarosamente el teatro, en una salida con su futura ex mujer y sus tal vez próximos ex amigos. No es casual que todos ellos se retiren en el intermedio y que él elija quedarse hasta el final: después de todo, la obra que su futuro profesor representa se llama “La insatisfacción humana”.

Si bien el filme de Hendler es un retrato preciso de la desolación y la desorientación de una generación, la comicidad está presente en dosis homeopáticas. Como en el caso de su esposa Ana Katz, el humor de Hendler se predica del absurdo inmiscuido en la cotidianidad: el CD que salta y se corta mientras Norberto maneja, el gag repetitivo de la alarma del auto, los métodos teatrales del “Rafa”, el asombro del protagonista al aprender que un número de celular queda registrado después de una llamada, lo que dice una enfermera sobre un test de esperma son buenos ejemplos; lo absurdo es una fuerza que se despliega discretamente en el orden social y tiene un costado cómico y patético.

El trabajo de Fernando Amaral es sobresaliente. Sus gestos, el movimiento de su cuerpo, las inflexiones de su voz, el tiempo que elige para reaccionar frente a la interpelación de los otros personajes posibilitan entender que Norberto es un sujeto universal y concreto: es el joven tardío, distraído y secretamente alienado que sin saberlo actúa como un alienado en una pieza teatral sin público ni crítica. Es un sujeto histórico, un modelo.

Hendler debería estar satisfecho con su paso a la dirección. Norberto apenas tarde es un debut más que promisorio.