Una red bien tejida
En el mundo actual en el que la gran mayoría de películas más anunciadas (y muchas de las menos también) se encuadran en géneros populares, con una trama casi siempre esquemática, una película que se salga de dichas convenciones siempre tenderá a llamar la atención y a distinguirse (para bien o para mal) del resto de productos en el mercado. Lo sorprendente de Norman es cómo un reparto encabezado por Richard Gere y con secundarios de lujo como Steve Buscemi o Michael Sheen se encuadran en una película de conversaciones, de llamadas y reuniones de despacho, con una trama poco convencional en su construcción (no en su temática) y balanceos constantes entre distintos géneros.
Norman establece una serie de relaciones entre personajes que son, precisamente, las que provocan el avance (casi imperceptible en ocasiones) de su historia. La red entre dichos personajes se antoja compleja, tanto por el número como naturaleza de las relaciones. De este modo, la película requiere que el espectador centre sus esfuerzos en asignar los roles e interrelacionar en varios planos a los protagonistas de esta red. Dicha tarea se dificulta por un inicio del largometraje en medio de una conversación entre los personajes de Gere y Sheen. Sin dudas, los primeros minutos de una película suponen un tiempo de aclimatación para el espectador, y abrir con una conversación in media res de dos personajes aún no presentados es una elección que crea serios problemas para la comprensión.
Estos problemas se arrastran durante todo un primer acto en el que seguimos a un protagonista no introducido, del que apenas se sabe nada y cuyo objetivo no queda claro. Esto puede generar un gran desapego a todo lo que ocurre en la pantalla, el cual se extiende hasta que se pueden comprender vagamente las motivaciones de dicho personaje.
Uno de los puntos destacados es cómo el guión y la realización se mueven por distintos géneros cinematográficos en el desarrollo de la narración. Aunque el tono general sea de drama realista, algunos de los momentos más agradecidos del largometraje se dan en determinados coqueteos con la comedia. También la estética y planificación influenciada por el thriller en los momentos de las conversaciones telefónicas o de mayor tensión en el último acto ayudan a dar ritmo a la trama.
Con todo, el producto final parece tener un estilo propio, unificado y bien trabajado desde su concepción. No adolece en ningún caso de falta de ritmo en su narrativa, a pesar de la tardía introducción de objetivos y motivaciones de cada uno de los personajes. Cuando esta comprensión de las metas personales de cada uno ocurre, el largometraje se lanza en un medido desemboque y resolución de todas las construcciones trabajadas en su primera parte.
En resumen, una narrativa poco convencional provoca, a priori, una serie de puntos negativos en una historia que, finalmente, adquiere entidad propia gracias a la confianza en que el espectador entenderá los caminos tomados por su desarrollo. Las buenas interpretaciones de sus actores y la dirección que marca con mucha intención los acentos configuran un producto disfrutable y correcto.