¿Se puede hacer un documental acerca del erotismo y encararlo desde un lugar de inocencia? ¿Se puede hablar del “destape sexual” de un país y fijar una mirada cándida sobre el tema? La respuesta es, si…
“Nos habíamos ratoneado tanto” lo consigue y lo justifica; ¿La razón? Dejar bien en claro que el destape fue mucho más que una cuestión de tetas y colas al viento, fue un destape cultural, ideológico.
El periodista Marcelo Raimon se colocó detrás de cámara para realizar un documental mucho más amplio de lo que a simple vista parecía, y esto siempre es buena señal. La idea de la que parte es hablar del surgir del destape en la Argentina a partir del regreso de la democracia en 1983. Pero el problema es que esa palabra, destape, siempre se la asocia con lo sexual, Y Raimon, con (muy) pocos recursos demuestra que lo sexual es la partida, la carta de presentación, que englobaba una apertura total.
Trabajo de entrevistas, algo de archivo fílmico, mucha foto, y secciones divididas con intertextos de frases que pronuncian los propios entrevistados, Nos habíamos ratoneado tanto vale mucho más por lo que dice y muestra que por el cómo está presentado. Para dejar las cosas en claro, es un documental que puede ser televisivo, que utiliza algunos recursos impropios, y tiene algunos errores en el formato y manejo de cámara; pero todo eso es una nimiedad en comparación con la fuerza que tiene todo lo que se habla y se exhibe.
Por ahí pasan desde Silvia Peyrou, Dalma Milebo, Vicky Olivares, Susana Torales, Beatriz Salomón, Mara Kano, Silvia Perez, Eda Bustamente, Noemí Alan, Elvia Andreoli, y Sandra Villaroel a Marcelo Olivieri, Jorge Ginzburg, Carlos Ulanovski, Anibal Di Salvo, Sebastián Rotstein (guionista de 20000 Besos), Norberto Chab, Carlos Ares, Jorge Manzur, y hasta José María Ponce en un segmento que paraleliza con España; y todos tienen algo que decir.
Sin una historia lineal, el documental avanza hablando de revistas, separadas en segmentos por su nombre como Libre y Destape, o films como Correccional de Mujeres o Atrapadas; y va trazando una idea de lo que fue la época, de las ansias que se tenía por ver lo que antes estaba prohibido, pero también de las esperanza de la sociedad, de las creencias, y de la inocencia.
En este sentido son importantes y muy ricos los últimos tramos en que se habla de cómo terminó nuestro destape, como la dura realidad en la que cayó nuestro país en los ’90 terminó con nuestros deseos; y también cuando se lo compara con la época actual, las chicas de antes y las de ahora, y sí, es lapidario, pero muy justificadamente.
Sin una voz en off, son los propios entrevistados los que llevan todo adelante, y se escuchan frases que dicen más de lo que parecieran, frases sobre la audacia, sobre el destape de ideas, y sobre los cambios culturales, muchas de ellas, la mayoría, provenientes de las mismas “chicas”.
También hay tiempo para las anécdota, y ahí sí el relato de Atrapadas de la mano de Di Salvo (a quien junto con Ginzburg está dedicada la película) y sus protagonistas es de antología.
Por supuesto que las mujeres son el centro del hecho y muestran sus tapas de revistas, y ellas las narran con naturalidad y mucho orgullo, orgullo de haber pertenecido a esa época.
Nos habíamos ratoneado tanto habla de un período, de una década, un momento en nuestro país, en el que creíamos que mostrándole nuestros pechos al mundo íbamos a cambiar las cosas para siempre, y ahí está la inocencia, la fantasía, que la realidad se ocupó de derribar, porque en definitiva qué son los “ratones” sino una hermosa fantasía basada en la inocencia de que esas voluptuosas mujeres podían ser nuestras, aunque sea antes de dar vuelta la página.