En una línea expresiva que recuerda a la Lucrecia Martel de La ciénaga, la directora Daniela Seggiaro presenta una ópera prima prometedora y poética. A través de las vivencias de una niña wichi que vive y trabaja para una familia criolla en un pequeño poblado del interior, el film narra los sutiles cimbronazos que ocasiona un aparentemente poco significativo hecho: un simple corte de pelo que decide hacerle su patrona. En su cultura, poseer una larga y hermosa melena tiene un significado especial para ella, y su limitada capacidad comunicativa no le permite expresar lo que siente ante ese hecho casi violatorio de su intimidad y su esencia. Los reflejos ancestrales de su existencia se cruzan fuertemente con su vida actual, entronizada en esa casa familiar en la que se siente una extraña. Su cabellera era la belleza de su cultura Wichí, de su idioma Wichí Lhämtés y de los árboles del monte Chaqueño. Toda esa belleza se desdibuja tras la tarea del coiffeur, más allá de la
buena intención de la dueña de casa, más preocupada por la fiesta de cumpleaños de 15 de su hija y los conflictos con su marido que por otra cosa.
La formidable descripción audiovisual del ambiente típico de la vida de provincia, se suma al choque cultural de la trama y a esos planos acuáticos o paisajísticos en los que la chica wichi se expresa en el idioma de sus antepasados, mientras la traducción asoma en pequeñas letras blancas. Notable Ximena Banus, dentro de la verosímil labor de un elenco mixto en el que se destacan Víctor Hugo Carrizo y la joven Rosmeri Segundo.