El encierro y el duelo de tres hermanas
En su debut como directora, Eugenia Sueiro retrata la historia de tres mujeres bien distintas que se ven obligadas a encontrarse tras la muerte de su madre. El claustrofóbico hogar es el escenario de este film de mínimos gestos.
Tres hermanas, la casa en venta de la mamá fallecida, el duelo, el reencuentro obligado y resolver qué se hará con el hogar de origen. Peligro: se viene el psicodrama catártico sobre cuentas pendientes del pasado entre las tres mujeres. Un espacio único como protagonista de diálogos y situaciones en ese ámbito que trae recuerdos y hechos inconclusos nunca aclarados. Peligro, otra vez: se prevé una acumulación de símbolos y metáforas supuestamente necesarias para describir la psiquis de las protagonistas. Sin embargo, los temores previos no se manifiestan en Nosotras sin mamá, ópera prima de Eugenia Sueiro, reconocida directora de arte del viejo y del nuevo (a esta altura, también viejo) cine argentino. Teresa (Guerty), la más chica, no quiere la venta inmediata; Ema, la mayor, se vale de frases cortantes y muchos silencios, en tanto, Amanda, quejosa porque el mundo atenta contra ella, necesita la plata que marca la herencia. Tres personajes fuertes con diferentes características, obligados al reencuentro post mortem, construidos de manera elegante y sutil por Sueiro, quien jamás explicita los conflictos, dejando que el espectador complete la información que transmiten las imágenes. En ese punto el fuera de campo actúa como imperiosa necesidad estética: a Amanda le caen muchas cosas encima de los departamentos vecinos pero nunca se ve a los responsables; Teresa se protege más de una vez en el baño y se transforma en una sombra frente a sus hermanas mayores, en tanto, Ema juega con su ambigüedad sexual, más que transparente en alguna escena táctil y de un erotismo de caricias y a flor de piel. Son tres hermanas que dicen lo necesario pese a que Amanda habla más que a las otras dos. Son tres mujeres que podrían conformar un cuerpo único, el de la madre ausente (otro fuera de campo), pero la directora desconfía de los estereotipos teatrales, profundizando los espacios vacíos y la deconstrucción minuciosa de algunos pequeños acontecimientos, jamás alzando el tono de voz, nunca exaltando los conflictos. La casa, en efecto, es protagonista y el giro de guión lleva a las hermanas a estar encerradas durante unas horas –en tiempo no real pero construido como si fuera tal– permitiendo las pequeñas sociedades, las preguntas sin respuestas, los “tal vez” en lugar de las afirmaciones contundentes. Ese espacio aun gobierna, asfixia, se trate de los interiores con escasa luz o el único lugar al aire libre, ese “fondo de casa” descuidado con la piletita donde Teresa chapotea entre algunas sillas playeras. Film de detalles y mínimos gestos, intimista, diseccionador de tres personajes pero nunca psicologista con una directora debutante y tres notables actrices en roles que desnudan flaquezas y fortalezas por medio algunas palabras e incómodos silencios. El futuro es mujer, eso parece.