Tres hermanas en busca de una herencia
Libre de pretensiones, de formato bienvenidamente menor y con un humor que funciona, la ópera prima de Sueiro tiene una dramaturgia de fuerte impronta teatral, pero el tono de comedia absurda aliviana el lastre de este dispositivo.
Tres hermanas vuelven a reunirse en la vieja casa familiar, tras un largo tiempo de no verse y para tratar cuestiones sucesorias, a raíz de la muerte de un familiar directo. Por una coincidencia infrecuente, con diferencia de meses se presentan dos películas argentinas que tratan situaciones casi idénticas. Ambas óperas primas. Ambas dirigidas por mujeres, además. Una es Abrir puertas y ventanas. Desde su presentación en Locarno en agosto del año pasado, el debut en el largo de Milagros Mumenthaler se convirtió en una de las películas argentinas de mayor repercusión en el mundo entero, con varios premios en festivales de primera línea y estreno previsto para los próximos meses. La otra es Nosotras sin mamá, primer film dirigido por Eugenia Sueiro, que viene del campo de la dirección de arte (incluyendo El abrazo partido, Diarios de motocicleta y La mujer sin cabeza) y que se estrena hoy, tras participar de la Competencia Argentina, en la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata.
Filmada en blanco y negro y con una duración de 70 minutos, Nosotras sin mamá es un film de cámara que tiene lugar en un único decorado (una casa; más que nada, el patio) y cuenta con sólo tres actrices y la breve presencia de un actor (otra coincidencia con Abrir puertas y ventanas). El de las tres hermanas es un módulo que desde Chejov en adelante –incluyendo Hannah y sus hermanas y Miedo y amor, de Margarethe von Trotta– permite tratar tanto el tema de las relaciones familiares como cuestiones relacionadas con la feminidad. En este caso, mamá acaba de fallecer y Ema, la hermana mayor (Nora Zinsky), Teresa, la menor (Eugenia Guerty), y Amanda, la del medio (Vanesa Weinberg), deben decidir qué hacer con la casa. En medio de una circunstancia vital que le cuesta afrontar, Teresa da la sensación de ser la más desprotegida ante la ausencia de la madre. Motivo por el cual se fue por unos días del sitio que comparte con su pareja y se estableció temporariamente en la casa familiar, cargada de recuerdos. Radicada desde hace tiempo en el exterior, Ema, actriz de buen pasar, también tiene lo suyo. Pero lo lleva con suficiencia de prima donna y secretos deslices, como tomar insistentemente de una petaquita y guardarse cosas que eran de mamá. O algunos aún más secretos, como se insinúa más adelante.
Amanda necesita cubrir una deuda de 30.000 dólares, producto de un mal negocio del marido, por lo cual se sale de la vaina por vender la casa. Teresa no quiere ni oír hablar de eso y Ema observa todo con semisonrisa burlona. No es el decorado único el que tiñe a Nosotras sin mamá de cierta impronta teatral, sino lo que podría llamarse “diseño dramatúrgico”: un conflicto bien concreto, posiciones bien opuestas, tipologías bien diferenciadas, escenas con mucho ensayo atrás, ajustadas vueltas de tuerca. Que la película esté jugada a la comedia con toques de absurdo aliviana el posible peso de este dispositivo previo. Aunque no necesariamente la teatralidad. Como lo prueba la cartelera porteña, la de la comedia absurda es una de las corrientes más fuertes del teatro contemporáneo. Tanto el muy dosificado sistema de desfases y desencuentros (dos personajes hablan al mismo tiempo, uno dice algo y el otro entiende lo contrario, o dice lo contrario de lo que el otro espera) como los elementos de comedia física (aportados sobre todo por el vendedor inmobiliario, suma de torpezas y tropiezos) pueden hallarse, todos los fines de semana, en cualquier sala del off Corrientes.
Libre de pretensiones y de sobrepesos, de formato bienvenidamente menor, con un humor que funciona, algún toque inquietante (la invitación a “dormir la siesta” que Ema le hace a Amanda, antes de recorrer peligrosamente sus piernas desnudas) y actuaciones que oscilan entre el cálculo teatral y la soltura propia del cine, Nosotras sin mamá tiene algo de El juego de la silla, ópera prima de Ana Katz, que también proviene del teatro. La progresiva “cinematización” (con perdón por la palabra) verificable en la carrera posterior de la realizadora de Una novia errante y Los Marziano permite pensar, desear o apostar por un futuro semejante para Eugenia Sueiro, por qué no.