Fino humor, vínculos y luto
Tres hermanas cuya madre acaba de morir quedan encerradas en la casona de la infancia que deben vender.
Si uno escribiera una mera sinopsis de Nosotras sin mamá , opera prima de Eugenia Sueiro, se parecería a la de la premiadísima Abrir puertas y ventanas , de Milagros Mumenthaler. Tres hermanas en la casona de la infancia, atravesando un duelo materno, comenzando o no a remontar una ausencia fundamental irrevocable. Tres mujeres a la deriva o, tal vez, en rumbo -plagado de contradicciones- hacia la emancipación definitiva.
Pero los personajes de Sueiro, cuya delicadeza y sentido del humor se pulieron en trabajos junto a realizadores como Daniel Burman, Lucrecia Martel, Anahí Berneri o Albertina Carri, parecen más teatrales, inclinados hacia un vago absurdo, corridos del eje naturalista. Sus diálogos, por momentos de sordos, dejan entrever las historias y personalidades de Teresa (Eugenia Guerty), Amanda (Vanesa Weinberg) y Ema (Nora Zinski), aunque esto no importa. Lo importante es cómo los pequeños gestos, las posturas corporales, las palabras y las atmósferas cambiantes echan luz -y sombra- sobre el complejo entramado de los vínculos filiales y fraternales, con sus roles casi inamovibles. La familia como forjadora de personalidad y como corsé, al mismo tiempo.
En elegante blanco y negro, con un humor que jamás condesciende al gag, la película nos muestra a las hermanas, poco después de la muerte de la madre, encerradas por accidente en la casona. La única que vive ahí es Teresa, la menor, último apoyo materno. No es raro que sea la que se niegue a vender, la que reclame -tras su aparente rebeldía- protección, la que experimente cambios más profundos.
En un ámbito melancólico y abandonado, sin papel higiénico, ni toallas ni tachos de basura, rodeadas de un afuera amenazante, las tres mujeres dejarán entrever, sin comprenderlo, sus deseos, miedos y obsesiones. Una ensayará cierta explicación psicológica de otra, aclarando: “Ojo, que no lo digo yo; lo escuché en la radio”. Un pequeño triunfo del humor por sobre las torpes moralejas.