La ópera prima de Filippo Meneghetti tenía todos los condimentos para que esta vire hacia un terreno novelesco o excesivamente melodramático, ruta que el realizador decide, con tino, no tomar. Madeleine (Martine Chevallier) y Nina (Barbara Sukowa) son dos mujeres que mantienen su vínculo romántico oculto desde hace décadas. Para el afuera, son vecinas de un complejo de departamentos. Puertas adentro, disfrutan de una relación profunda y sincera que Nina busca compartir con el entorno.
Cuando planean mudarse juntas, la película pone el foco en la imposibilidad de Madeleine de, a sus 73 años, contarle a su familia que está en pareja con una mujer con la que desea convivir. El retrato de ese instante clave en el que pelea consigo misma para decir en voz alta sus deseos es captado con sensibilidad por Meneghetti, quien se propone ahondar en el abanico de emociones por las que atraviesa una persona que no está lista para hablar de su orientación sexual con sus seres queridos.
Al efectivamente no poder concretar esa charla, la desilusión de Nina se entrecruza con un hecho que obliga a la pareja a reacomodarse a una realidad aún más dura: Madeleine sufre un derrame cerebral y no recuerda ese vínculo que era el sostén de su cotidianidad. Así, Nosotras se convierte en un film romántico en el que la reconquista es la base de su historia, con Nina luchando por ser recordada por una mujer que paulatinamente va acercándose a ella y alejándose de su familia fruto de la felicidad que le dejó esa vida compartida. Si bien el film se vuelve un tanto reiterativo al mostrar las visitas de Nina y sus pequeñas batallas, la ópera prima de Meneghetti maneja un tono medio, sin golpes bajos, que colabora a reforzar su atmósfera intimista.