Siempre ocurre que luego de una primera película, que no solo tuvo éxito de público sino de crítica, la segunda sea esperada con ansiedad para saber si fue un golpe de suerte —suerte de principiantes, que le dicen— o realmente estamos en presencia de un talentoso artista que comienza a transitar el camino con un nuevo paradigma bajo el brazo. Tal es el caso del director Jordan Peele, quien luego de su opera prima ¡Huye! (2017) —ganadora del Oscar al Mejor Guión, algo inusual para este tipo de narrativa en un medio tan conservador como el de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood— vuelve a las pantallas con Nosotros (2019) una historia aún más terrorífica que la primera. Más terrorífica y más apegada al género, sin tantas reminiscencias de denuncia social como la primera, aunque es cierto que esta segunda obra tiene elementos de esa naturaleza, pero más disfrazados, o por lo menos, más sutiles.
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La historia se centra en Adelaide (una increíble actuación de Lupita Nyong’o) cuando en 1986 era una niña de seis años, y en el tiempo presente, ya adulta y con una familia compuesta por su esposo Gabe (Winston Duke) y sus hijos Jason y Zora. Siendo niña, Adelaide se perdió en un parque de diversiones en la playa de Santa Cruz, California. Fue encontrada a los quince minutos por sus propios padres. Esos quince minutos la marcaron para toda la vida. Quince minutos terribles en donde entre las paredes espejadas de un lugar llamado Conócete a ti mismo —una de las atracciones del parque— se encuentra con su doble. No con su reflejo, sino con lo que la literatura nórdica y germánica llamó doppelganger, nuestro otro yo, pero no cualquier otro yo, sino el malvado, nuestro Mr. Hyde, tan bien descrito por Stevenson. A partir de entonces Adelaide quedó muda. Y la catarsis para salir de ese estado fue la danza clásica.
Años más tarde, y ya con una familia formada, van de vacaciones a la playa. ¿A cuál? Precisamente a una que está muy cerca de Santa Cruz. El secreto de Adelaide le impide en primera instancia decir algo al respecto a su marido, es así que allí van, a encontrarse con una pareja amiga personificada por Elizabeth Moss y Tim Heidecker. Ambos, el modelo perfecto del matrimonio de clase media que solo se soportan a través del alcohol y de una vida libre de preocupaciones económicas.
Cuando regresan luego de un tenso día de playa, aparecen en la entrada de su casa, otra familia muy parecida a la suya. Un hombre, una mujer y sus dos hijos. Ataviados con overoles rojos —tal como lo hacen esas sectas de fanáticos religiosos— se introducen en su casa, tijeras en mano, y comienza el horror.
Esta es parte de la trama de un film por demás complejo. No porque tenga un guión difícil de entender, sino porque posee tantas referencias cinéfilas que es un verdadero placer buscarlas y paladearlas como si de un gran homenaje se tratara. Spielberg a través de la remera con la estampa de Jaws que lleva Jason —un nombre que es en sí mismo otro homenaje dentro del mismo homenaje— que camina por la playa — ¿dónde si no?— siempre con una máscara terrorífica sobre su cabeza; Kubrick, en esas escenografías simétricas en donde cientos de conejos deambulan sin control; Shyamalan, por esa cuota de tensión que roza lo fantástico con lo paródico y hasta a Stephen King, por esos climas logrados en ambientes cotidianos y a la vez tan amenazantes. En fin, una sumatoria que se agradece ante tantos filmes de terror que se estrena año tras año y que solo bastardean y limitan al género.
Nosotros habla de las oportunidades perdidas dentro de un capitalismo salvaje, del arrebato de la identidad como si estuviéramos dentro de un gran experimento sociológico, de las posiciones radicales y dominantes que solo buscan la aniquilación del oponente, de la sociedad siendo amenazada por el terrorismo. Sí, es por demás cierto que todos estos temas subyacen como un gran sustrato que hacen del film algo digno de analizar más de una vez y con mayor detalle. Pero también es cierto que sobre la superficie nos encontramos ante una gran película de género. Una amalgama extraordinaria en donde se conjugan el slasher, el gore —aunque con una carga simbólica que estos géneros carecen— y, por sobre todas las cosas, el exuberante y maravilloso giallo, ese subgénero del terror anglosajón que predominó en las décadas del ’60 y ’70 de la mano de Darío Argento y Mario Bava —italianos ellos— que poseía una estética y unos encuadres que lograban crear atmósferas totalmente innovadores en cuanto a fotografía y color.
Nosotros, a través del arte fotográfico de Michael Gioulakis —fotógrafo de Glass (2019), de Shyamalan— nos maravilla con sus colores saturados de una belleza tal, que hasta en los momentos más terroríficos podemos cautivarnos con semejante policromía.
La música es otro de sus aciertos. Y no solo como ambientación, sino cuando es utilizado en las escenas más escalofriantes y sangrientas, una eficaz cortina de fondo que aparece cuando los muertos se van apilando mientras suena la más divertida e inocente música pop. Todo un hallazgo del director y de su equipo creativo.
Nosotros es una gran segunda obra de un director que parece haber memorizado todos los capítulos de La Dimensión Desconocida, esa verdadera maravilla que deleitó a millones de televidentes en la década del ’60. Toda la película es así, como esos capítulos en blanco y negro. Aquí sobresale el color, el clima —que nunca deja de inquietarnos— y la amenaza constante que puede desembocar en el más brutal asesinato o en la más increíble de las situaciones. Increíble por lo inverosímil. Y ahí está uno de sus fuertes. Todo resulta tan descabellado que terminamos creyendo todo lo que vemos, porque de eso se trata, de aceptar la realidad como una gran parodia en la que nos movemos continuamente.
“Y dijo el Señor: “Les enviaré una calamidad de la cual no podrán escapar. Aunque clamen por mí, no los escucharé”. Este es el versículo 11:11 de Jeremías que está en el Antiguo Testamento. Un versículo que aparece en varias partes del film. Y yo me pregunto: ¿Hay algo más aterrador que esto?