Un grupo de hombres que no son soldados ni ingenieros, no son un equipo de fútbol cinco ni un conjunto de cómicos, sino que son vendedores. Vendedores de telas, para más datos; de telas de calidad para vestidos de fiesta, telas que jamás vestirán ellos mismos y que sin embargo venden como leones a legiones de novias, madrinas y cumpleañeras que peregrinan por la calle Azcuénaga en busca de un poco de glamour.