Varones en crisis. Sesentones en crisis. Profesionales franceses con mucho dinero y vidas vacías. Aquí, las mujeres del título duermen demasiado, exigen cosas imposibles o son ahorcadas, todo justificadamente. Ellas son las peores de todas (y todos). Karine, Estelle, Magali y hasta la joven Pascaline aparecen por chispazos, sin quedar muy bien paradas, nunca.
El punto de vista general es el masculino (símbolo fálico de la Tour Eiffel omnipresente tras los velos de las cortinas) y en esta crisis produce la siguiente pregunta: qué hacer con estas vidas tan superficiales en las que por algún u otro motivo lo que prima es la soledad: hablar está mal, no hablar tambien está mal. Hombres y mujeres no se comunican. Y la amistad es un relleno para completar los huecos de la vida. Todas esas sentencias son las que descalabran el centro del conflicto, un conflicto forzado hasta el extremo por el asesinato de una esposa infiel, para que todo luego vuelva a cierta “normalidad”. Y aquí no ha pasado nada. Sí lo que pasa es la disconformidad general.
La película de Berry, que interpreta a un radiólogo en cuya casa transcurre toda la acción, se sostiene en el nombre de sus actores Daniel Auteuil (bien hasta que rompe el registro del amigo paciente y comprensivo), y Thierry Lhermitte. Ambos con una filmografía amplísima dentro del cine francés, un cine que sale a vender sus productos al mundo con estos stars “tanque” y el recurso del teatro exitoso llevado al cine. La obra es de Eric Assous y fue llevada al teatro de Paris con Jean Renó y el mismo Berry en el 2015. En Buenos Aires está en cartel protagonizada por Guillermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig.
Salvo la primera secuencia, en el exterior y alguna escena intermedia todo transcurre entre las cuatro paredes del lujoso departamento frente a la Torre Eiffel. Un espacio en el que los actores se mueven, obviamente, como en un escenario teatral y que no termina de ser apropiado por el espectador desde lo emocional.