Ellas están ausentes y ellos hablan y hablan
Otra insulsa comedia francesa. Es la versión cinematográfica de una pieza de una exitosa pieza teatral. Nos trae a tres viejos amigos, Max, Paul y Simon, que se reúne cada semana para jugar a las cartas y cenar. Simon se retrasa inexplicablemente. Y cuando llega, está desesperado: dice que ha asesinado a su mujer. Max y Paul no saben qué hacer: ¿ayudar a ese amigo que quiere fabricar una coartada, llamar a la policía, desentenderse? Y empiezan a hablar. Y no paran hasta el final. Hablan de su vida, de la amistad, de sus desavenencias afectivas, se echan en cara cosas, se pelean, se reconcilian, se reprochan, se sinceran. Y entre el fárrago de tonterías, surgen un par de secretos que estaban guardados. El esquema ya conocido. Pero la cosa no funciona. Si los diálogos fueron inteligentes, si los actores no fueran tan payasos, si el director fuera más inspirado, el film hubiera salido a flote. Para hacer reír hacen payasadas. Y cuando se pone seria, apela a lugares comunes. Como Le prenom (la semana pasada se estrenó una gritona versión italiana) el autor parte de un esquema gastado: la reunión de un grupo de amigos que se llevan bien hasta que una noche pasa lo que pasa y todo se desbarranca. Da pena ver a un actor como Daniel Auteuil –sobrevalorado pero eficaz- hacer tanta morisquetas. Lo mismo pasa con los otros dos, que no paran de exagerar. ¿Por qué? Son tres personajes exitosos (dos médicos y un peluquero) que ponen a juego su larga amistad y se comportan cal borde del ridículo en este vodevil de trazo gruesos que s ellama nuestras mujeres, aunque ellas apenas si están treinta segundos en escena y casi ni hablan. Como La prenom –otra similitud- el fin se cierra con una embarazada, promesa de un mañana mejor que pone la scosas en su lugar.