Dejen a las obras de teatro en paz
Otra película francesa basada en un éxito teatral y, esta vez, muy poco lograda.
Las transposiciones de exitosas obras de teatro al cine constituyen una de las tendencias más consolidadas del cine francés. Son en general comedias sobre personajes burgueses con algún elemento dramático, un toque sentimental y una moraleja (lección de vida).
Nuestras mujeres -basado en la obra del también coguionista Eric Assous- no es la excepción, aunque esta vez los elementos dramáticos son tan fuertes como los “humorísticos” (las comillas tienen que ver con lo poco que estos funcionan) y el resultado es bastante más frustrante que en el caso de films anteriores.
Paul (Daniel Auteuil), un reumatólogo que tiene una esposa demasiado pasiva y dos hijos ya veinteañeros; Max (Richard Berry, también coguionista y director), un radiólogo que nunca termina de armar una pareja duradera; y Simon (Thierry Lhermitte), dueño de dos peluquerías exitosas y obsesionado por conquistar bellas muchachas, son amigos desde hace 35 años y suelen compartir una vez por temporada unas vacaciones en la playa.
Una noche, Simon llega tarde a una partida de póquer y, cuando finalmente arriba, desencajado, asegura haber estrangulado en su casa a su actual y joven pareja Estelle (Pauline Lefèvre). Se iniciará una larga velada en la que se jugarán secretos y mentiras, fidelidades y traiciones varias. No conviene adelantar nada de la trama, pero cada uno de ellos -con su supuesta “normalidad” y holgura económica- ocultan unas cuantas miserias personales y con las mujeres (esposas e hijas).
Berry no se preocupa en los más mínimo por darle una impronta cinematográfica y apuesta al teatro filmado. Los actores también gritan y gesticulan más de la cuenta, como si estuvieran sobre el escenario frente a una platea. Además, los otros recursos que utiliza -la voz en off, los flashbacks, las salidas del departamento donde transcurre casi toda la historia- resultan torpes, forzados y subrayados. Tampoco funcionan las apuestas cómicas (Berry bailando hip hop, por ejemplo) y la negrura inicial se transforma con el correr del relato en algo demasiado moralista y, sí, sentimental. Una película rápidamente olvidable.