Tres hombres y un femicidio
En tono de comedia, el filme plantea un dilema moral en una circunstancia límite entre amigos.
Alguien dijo alguna vez: “Te deseo el bien aunque seas mi amigo”. Una frase que encajaría a la perfección en los afiches de Nuestras mujeres, que, pese a su título -y eso que es una fiel traducción del original francés- trata más sobre la amistad masculina que sobre las relaciones de pareja.
Este es un ladrillo más en la pared de comedias francesas -como El placard, La cena de los tontos o Le prénom- que resultan un éxito de taquilla tanto en cine como en teatro y terminan siendo de exportación (hay una versión argentina actualmente en cartel, encabezada por Guillermo Francella). En este caso, la adaptación viene con garantía: Richard Berry, director y uno de los protagonistas de la puesta teatral original, cumplió el mismo doble rol en la película y además trabajó junto al autor del libro original, Eric Assous, en la escritura del guión cinematográfico.
El punto de partida es un dilema moral en una circunstancia límite. Dos amigos de toda la vida (el siempre rendidor Daniel Auteuil y el propio Berry) esperan a un tercero (Thierry Lhermitte) para cumplir con el ritual de la cena de hombres; cuando el tercero en cuestión aparece, una hora más tarde de lo previsto, cae con la noticia de que acaba de asesinar a su mujer y necesita ayuda para fabricar una coartada. Lo que sigue es el devaneo de los dos inocentes acerca de qué debe prevalecer: ¿la solidaridad con el amigo en problemas o la honestidad ciudadana?
Lo que la situación desnuda son las grietas en la aparentemente sólida amistad entre estos tres hombres. Y nos lleva a pensar en la cuota de hipocresía -o tolerancia, si se la quiere definir con mayor suavidad- imprescindible para mantener a través de los años no sólo una amistad, sino cualquier vínculo humano.
Esa es la faceta más rica de la película, que, en cambio, flaquea cuando aborda los vaivenes conyugales: los personajes femeninos están en un tercer plano y, entonces, son abordados esquemáticamente. Otra objeción posible a Nuestras mujeres es que, por tratarse de una comedia, lo que podría haber derivado en un intenso drama, hasta con ribetes controversiales en tiempos del “Ni una menos”, termina diluyéndose,aguado por chistes fofos y tranquilizadores. Como si se hubiera decidido no inquietar demasiado al público, no vaya a ser que termine saliendo del cine -o del teatro- más preocupado de lo que entró.