Otro traslado de una obra de teatro al cine francés en la línea de Le Prenóm y otros ejemplos con gente que habla mientras bebe buen vino. Tres amigos de toda la vida, burgueses de muy buen pasar, se encuentran en el magnífico piso de uno de ellos para jugar a las cartas. Uno llega tarde y, desencajado, dice que acaba de matar a su mujer. Lo que sigue es una hora y media de diálogos sobreactuados, como si los buenos intérpretes estuvieran en un escenario y no frente a una cámara. El director y guionista Richard Berry, asistido por el autor de la obra Eric Assous, hace gala de una desidia absoluta por intentar resolver todo aquello que hace del teatro filmado una chatura sólo comparable con el teatro filmado. Tampoco ayuda el contenido, apuntalado por las consabidas confesiones que llegarán, decisiones inverosímiles, toques de humor payasesco y revelaciones que se ven venir de lejos. Más que fallida, innecesaria.