Más puritano que rebelde
La filtración de un video íntimo pone en problemas a una pareja.
En plena época donde los videos privados de los famosos caen en manos non sanctas, Hollywood le sacó jugo al flagelo para hacer rodar un falso video sexual entre Cameron Diaz y Jason Segel.
La movida de marketing resultó más interesante que el producto: Nuestro video prohibido es un filme demasiado tibio donde lo más hot son las hermosas piernas y guiñadas de ojo de Cameron (rostro sugerente si los hay), quien corre serio riesgo de caer en la repetición de este tipo de papeles.
Volver a sentirse jóvenes o darle un electroshock a un matrimonio que se va en picada y del que sólo quedan tiernos flashbacks en donde Jay y Annie hacían el amor como conejos, sin importar la hora y el lugar. Todo era pura pasión.
Para reavivar el fuego se les ocurre planear (porque nada fluye por entonces) la filmación de un video hot... guiándose por un libro de poses sexuales. La inventiva, claramente quedó de lado para ellos.
Nuestro video prohibido se agazapa en los convencionalismos de este tipo de comedias: desnudos totales siempre de espaldas y acto sexual recortado. Ojo, ni siquiera se busca recrear un filme erótico.
Y en la era de los dispositivos móviles y la “nube” virtual, el archivo fue automáticamente sincronizado con una serie de iPads que Jay obsequió (¿un impulso comercial para las tablets?) a algunos familiares y amigos. ¡Ooops!
Al momento de ir en búsqueda de esos artefactos comienza un predecible raid frenético de “chistes” viejos (la persecución canina, un caso) que desenfoca al filme. Las escenas no se desarrollan y los personajes chocan, se tropiezan con las situaciones y así se da con algunas perlas aisladas como el jefe de un sitio web porno, a cargo de Jack Black, o Hank (Rob Lowe), un Smithers tecnológico, que se fuga de la realidad escuchando Slayer y tomando cocaína.
La extorsión de un púber por sus vastos conocimientos de computadoras, el “qué dirán” desperdigado a nivel familiar y amistades, y la toma de conciencia final de los hechos cierra un filme mediocre. Más puritano que rebelde.