Esta mirada impiadosa a la burguesía italiana expone de manera demasiado evidente sus intenciones (y lecciones).
Hay películas cuyas ideas y opiniones sobre el mundo son consecuencia de las acciones –impuestas o voluntarias– de sus personajes, y otras en las que se da al revés. A este último grupo, usualmente conocido como “películas de tesis”, pertenece Nuestros hijos, del italiano Ivano De Matteo.
El guión es implacable con sus protagonistas, a quienes empuja una y otra vez (y cada vez con más fuerza) hasta sus límites éticos, morales e incluso sentimentales. Sucede incluso desde su primer conflicto, desatado cuando un médico atiende a un nene baleado por un policía de civil a raíz de una discusión de tránsito, y su hermano (un abogado con pocos escrupulosos a la hora de hacer su trabajo) es el encargado de defender al acusado.
Pero hay más, porque sobre la mitad del relato los hijos adolescentes de ambos dejan en coma a una indigente (¡!) después de molerla a trompadas y patadas a la salida de una fiesta. Sin testigos ni pistas concretas, la duda de la familia pasa por si es conveniente denunciarlos o no.
Basada en un libro de Herman Koch, Nuestros hijos se propone como una exploración de los secretos sucios detrás de la aparente pasividad y confort de la burguesía italiana. El problema es que el film está demasiado preocupado porque se noten sus intenciones, y los quiebres de guión, sumado al carácter deliberadamente antipódico de sus cuatro personajes centrales, no hacen más que evidenciar los hilos de un relato menos preocupado por contar que por decir.