Un crudo dilema familiar
El hijo de Vittorio Gassman y Giovana Mezzogiorno son los puntales de este drama italiano sobre relaciones familiares.
Es casi una tradición que al buen cine italiano le gusta ahondar en las relaciones dentro de una familia. Las rencillas, los celos, a veces con humor, otras con carga dramática. La segunda opción es la que ofrece Nuestros hijos, cuando un hecho une a dos hermanos profesionales que tenían un vínculo distante.
Massimo y Paolo suelen sentarse a una mesa en un buen restaurante con sus esposas. Massimo es un abogado que salva delincuentes, aún sabiendo que son culpables. Paolo es un cirujano de niños. Ambos son exitosos en su vida profesional y parece que en la familiar también. Pero un video emitido por la televisión muestra a dos adolescentes pegando una noche en la calle a una homeless, que finalmente fallece. Y esos jóvenes son la hija de Massimo y el hijo de Paolo.
Lo que el filme de Ivano De Matteo propone es nada más y nada menos que una cuestión moral. ¿Qué hacer? ¿Los padres deberían denunciarlos? ¿Qué pesa más, la culpa o la justicia en sus decisiones? ¿Y cómo plantearse ante sus propios hijos?
La película abre con otro hecho de violencia: una discusión entre dos conductores termina con uno pegándole un tiro a otro, matándolo e hiriendo a su hijo que luego serpa atendido por Paolo.
Nuestros hijos trata sobre cómo la sociedad actual es víctima de una cultura de violencia. Las cosas se van de las manos con facilidad a los personajes de la película, adaptación de La cena, best seller de Herman Koch, quien se basaba en un hecho real: el asesinato de una indigente en manos de dos jóvenes en un cajero automático de Barcelona.
La película muestra las hipocresías a partir de esas familias que no hablan de cosas importantes y que se mantienen en un delgado equilibrio hasta que la situación, y las probables consecuencias, la vuelven insostenible.
Que los roles dentro de esa relación –el que ha defendido criminales y el que cura a los niños- vayan mutando también habla de una mirada desprovista de prejuicios que refleja a la sociedad. Y que Alessandro Gassman, que suele interpretar personajes arrogantes y con falta de moral, componga a Massimo es más que un acierto. Giovanna Mezzogiorno (El último beso, Vincere) sea su cuñada, también. Es en ellos, y en un gran Luigi Lo Cascio, en sus interpretaciones, donde el filme necesita apoyarse para que los cambios de humor de los protagonistas sean sentidos desde la platea como auténticos. Dolorosos, pero ciertamente reales.