Hay una elipsis previsible pero valiosa al comienzo de Nueva Mente: la basura en Buenos Aires es un tema de larga data. Esta elipsis consiste en un plano general en blanco y negro de una gran montaña residual bajo el cielo despejado, que súbitamente adquiere color para mostrar el mismo montículo en la actualidad. La película sustenta esta alerta recurrente desde los créditos iniciales con numerosas grabaciones de noticieros de distintas épocas donde se informa la situación conflictiva con el exceso de residuos en la ciudad.
Ahora, hablar de “coloración” cuando se muestra basura en la imagen implica generosidad en demasía. De la Orden no cae en el error de embellecerla. El documental tampoco se distrae con los restos que aprovechan como pueden las familias que fueron reubicadas en los alrededores del CEAMSE, empresa creada por la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires para realizar la gestión integral de los residuos sólidos urbanos del área metropolitana. Este documental participativo* sí se detiene en los trabajadores que hallaron en Bella Flor, la cooperativa de reciclaje, una forma de reinsertarse en los márgenes de la sociedad y cuestionarla desde tales bordes.
Con un guion escrito junto a Mariano Starosta y Germán Cantore, de la Orden no trata a estos trabajadores de forma condescendiente. Cuando sitúa a una de las entrevistadas en un plano medio donde su cuerpo coincide con uno de los extremos del techo curveado del CEAMSE, vemos que el realizador nos está proponiendo una perspectiva más dinámica del asunto. Los trabajadores son quienes movilizan todo acá, no sólo lo residual. El propio título de la película da cuenta de una invitación a que una problemática tan recurrente como el reciclaje sea abordada desde una postura nueva: la de quienes separan los residuos día a día.
“La basura es un gran negocio”. De la Orden también aprovecha para denunciar, en voz de los trabajadores entrevistados y de un especialista, a la mafia de los transportistas. Estos tienen acuerdos para trasladar los desechos y mientras mayor es la distancia de traslado, más cobran. Además, el realizador visibiliza la labor de Bella Flor con las palabras frontales de una de las consultadas: “Nosotros somos los únicos que metemos las manos en la mierda para salvar el planeta. ¿Eso quién lo ve? ¿Y eso quién lo paga?”.
Así como está clara la distinción entre basura y residuo a lo largo del documental, también está claro el contraste entre quienes trabajan directamente con los desechos en la cooperativa y quienes discuten cómo abordar el problema del reciclaje. En la obra se le dedica mucho más tiempo a los primeros. Incluso en Chaco, estrenada hace apenas dos meses y del mismo director, las discusiones vecinales tenían mayor presencia que las escasas asambleas y clases registradas para este nuevo documental. Las conclusiones más potentes en Nueva Mente provienen de las entrevistas a los obreros. Uno de ellos, por ejemplo, admite que nadie quiere verse reflejado en sus propios desechos, pero es lo que termina ocurriendo y debe ocurrir para alcanzar una reflexión sobre el consumo.
El director lleva más allá esta reflexión en particular y se detiene en Orlando Oscar “Kun” Olivar, alguien que “se transformó”, después de su paso por la cárcel, y se insertó en el trabajo comunitario. La mirada y la palabra de los otros dan cuenta del cambio de Orlando, como si un verdadero proceso de reaprovechamiento llevara consigo también una transformación de los seres vinculados con estos proyectos. Si bien esto puede sonar ingenuo, el director y co-guionista lo sustenta con la voz de distintos sectores sociales, y no de una macolla. Al final, el documental le da lugar a un grupo que trabaja y se forma para cuestionar desde adentro la manera arbitraria de cómo funciona la sociedad.
* Según las modalidades de representación del teórico Bill Nichols.