Un grupo de policías llega a una vinería para detener un asalto, pero las cosas no salen según lo esperado: siete uniformados terminan muertos luego de una intensa balacera con los ladrones. El encargado de atraparlos será el detective Andre Davis (Chadwick Boseman), quien -como marca el género- carga con un oscuro pasado sobre sus espaldas. Durante la investigación descubrirá que no todo es lo que parece.
La premisa central de Nueva York sin salidapodría reducirse al derrotero nocturno de Davis mientras la ciudad, por primera vez en su historia, está virtualmente aislada debido al cierre de los 21 puentes que la conectan. Con el reloj corriendo (tiene hasta la madrugada para resolver los crímenes), empezará a tirar de la punta de ovillo donde la corrupción, los negociados y el narcotráfico están a la orden del día.
Con buenas actuaciones de Boseman, Siena Miller (la compañera de Davis) y J.K. Simmons (el superior de ambos), Nueva York sin salida apela a un ideario urbano sucio y violento para redondear un policial que no depara muchas sorpresas durante sus ajustados 99 minutos, pero que administra con buen pulso la tensión y el suspenso. Se trata, entonces, de una película correcta aunque predecible, hecha por el director Brian Kirk (un veterano de decenas de series como The Tudors, Dexter, Luther, El imperio del contrabando, Game of Thrones y Penny Dreadful) con el oficio técnico y narrativo habitual de Hollywood.