Nueva York sin salida

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

ÉTICAS DEL DEBER

De vez en cuando, la maquinaria invencible que es Hollywood procura inventar estrellas a las que les da un respaldo un tanto desmedido: ahí tenemos por ejemplo a Jai Courtney, actor que ha tenido protagónicos inmerecidos (Terminator Génesis, Duro de matar: un buen día para morir) y que a lo sumo es efectivo en roles de reparto (Jack Reacher: bajo la mira). Algo parecido se puede decir de Chadwick Boseman, que ha tenido bastante suerte a partir del protagónico de ese inmenso éxito que fue Pantera Negra –y que es también una de las películas más sobrevaloradas de la última década-, pero que es un intérprete con recursos limitados, como ya quedó claro en 42 – la historia de una leyenda o Dioses de Egipto. Pero en Nueva York sin salida Boseman encuentra un vehículo que quizás esté a la altura de lo que su presencia puede aportar: un policial limitado, sin muchas ambiciones, pero ciertamente efectivo.

La película de Brian Kirk -un realizador proveniente de la televisión, que trabajó en series tan disímiles como Los Tudor, Luther, Boardwalk Empire, Game of thrones, Luck y Penny Dreadful- es una de premisa sostenida con alambres: dos criminales (Stephan James y Taylor Kitsch) asaltan un negocio y roban un cargamento de cocaína, matando a varios policías en el proceso; y el detective encargado de atraparlos (Boseman) decide cerrar todas las vías de entrada y salida (incluyendo puentes, trenes y subtes), en una cacería que no solo es contra el tiempo sino también contra diversas que buscan tapar un entramado de corrupción. Si el arranque del film parece presagiar lo peor, con una discursividad moralista excesiva en pos de justificar el rígido profesionalismo del protagonista, en cuanto queda planteado el conflicto, el relato rápidamente encuentra las tonalidades adecuadas.

Durante poco más de una hora, Nueva York sin salida funciona casi como un relojito, imponiéndose a los cabos sueltos de la historia con una fisicidad que ya queda clara en el guión de Adam Mervis y Matthew Michael Carnahan, pero que Kirk traslada a una puesta en escena que aprovecha muy bien el ecléctico paisaje urbano de la isla de Manhattan. Los dilemas sobre los negocios sucios que se ocultan tras ese robo inicial conviven con las persecuciones, los tiroteos y las peleas, reflejando el profesionalismo desde la pura acción, como si el realizador hubiera aprendido un par de buenas lecciones de cineastas como Michael Mann, Paul Greengrass o Peter Berg. Ahí es donde también se nota el rol que cumplen como productores Joe y Anthony Russo, que vienen de dirigir las últimas entregas de Avengers y Capitán América, que están entre lo más físico que dio el Universo Cinemático de Marvel. Y si con eso no basta, también hacen su aporte Sienna Miller, Keith David y especialmente J.K. Simmons para darle un aura de sequedad y equilibrio a todo lo que se ve.

Claro que en los últimos minutos, cuando Nueva York sin salida tiene que reunir toda la información –que en buena medida se va intuyendo previamente- y resolver las pugnas entre los personajes, vuelve a caer en unos cuantos diálogos demasiado explícitos sobre los distintos niveles éticos del deber policial. Toda esa maraña discursiva ya se intuía en buena medida desde el dinamismo previo, lo cual resta sorpresa e impacto, además de insertar un tono excesivamente sentencioso. Película despareja, pero aun así interesante, Nueva York sin salida se expresa mucho mejor desde los cuerpos, las piñas y las balas antes que desde los simbolismos y las palabras.