Un buen día, nuestra creación, logrará despertar
Es sabido que a Hollywood le gusta (y sobre todo le es rentable) filmar una y otra vez el fin de los tiempos. Sucede que cuando ya vimos entera la saga de Terminator (James Cameron), Avatar (Cameron otra vez) y hasta, por qué no, Wall-E (2008), lo que viene después debe ser –cuanto mínimo- audaz como para captar la atención de los espectadores. Así, con semejantes antecedentes, Número 9 (9, 2009) desliza su dinámica perspectiva sobre un tema por demás explorado: el hombre contra la máquina.
En un futuro próximo (¡ejem!) un invento conocido como La Gran Máquina activa energías y da vida a un grupo de robots que se revelarán contra los humanos (¡ejem! ¡ejem!) aniquilándolos con un gas letal. No tardarán en destruir todo, pero –pese a ello- un pequeño montón de títeres de trapo intentará revivir a la humanidad. Relea: títeres de trapo con alma humana salvan a la Tierra de la destrucción. Aquí puede andar lo interesante.
El John Connor, por llamarlo de una manera ‘familiar’, es Número 9 (Elijah Wood). Un stitch-punk (googlee y deléitese) con ínfulas de líder, el más listo y habilidoso de los ‘sobrevivientes’, quien deberá buscar al grupo que lo secunde (así, irán apareciendo paulatinamente: Número 1, Christopher Plummer; Número 2, Martin Landau; Número 3 y 4, dos mudos en ahorro financiero; Número 5, John C. Reilly; Número 6, Crispin Glover; Número 7, Jennifer Connelly y Número 8, Fred Tatasciore) para hacerle frente a los malvados aparatejos. La esperanza de supervivencia en manos de 9 muñecos de estética steampunk (visualmente de la época victoriana pero desde el llano futurista sci-fi). Distinto.
Con una gran cantidad de escenas de acción (tengan en cuenta que es una película PG-13), la ópera prima de Shane Acker continúa la idea del cortometraje 9 (2005), dirigido en conjunto con Pamela Pettler (guionista, entre otras, de Monster House: la casa de los sustos y de El Cadáver de la Novia), donde una muñeca de trapo se enfrenta a un monstruo que ha robado el alma de su pueblo. Además, como gran aditamento, podemos señalar que el largometraje de Acker cuenta con música del gigante Danny Elfman. Buen cast de voces, buena música incidental y una entretenida nueva (¿nueva?) forma de ver el futuro.
Tal y como fuera retratado en Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), lo desangelado del robot (llámese: máquina, autómata, aparato o iPod) se contrapone a los sentimientos humanos (claro, de vez en cuando se lobotomizan pero sentir, sienten). De esa forma, esta cinta de animación post-apocalíptica, producida por el gran Tim Burton (obviamente le perdonamos Alicia en el país de las maravillas) y llena de influencias notables (habría que ver cuándo y cómo es choreo), se defiende como una interesante posibilidad de ver al mundo –repetidamente- en CGI. Otra más.