Podrían realizarse muchas elucubraciones a partir del título con que se estrena en la Argentina este filme, que desea, pero nunca lo logra, encuadrarse en el género del terror.
Lo primero que se me cruza es (y tengo mi mano en las zonas pudendas) no nombrar a quien fuera nuestro presidente en el periodo 1989/1999. Pero no, el original en idioma ingles es “The bye bye man”.
Tampoco hay que ser tan duro con la tecnología actual por la ausencia extrema de originalidad de este producto, da la sensación de haberse “encolumnado” en la nueva modalidad de cortar y pegar, pero en ese caso estaríamos hablando de un prodigio del montaje. Falso.
Dicho esto se debe desestimar el uso el sitio de internet “Rincon del vago”.
Aunque realmente se pueden distinguir varias matrices que sirvieron para la mala construcción de este relato.
En rigor de verdad la primera secuencia es promisoria. Un hombre bastante exacerbado, armas en mano, produce una masacre en un barrio más que tranquilo, antes de transformar a sus amigos-vecinos en víctimas las interroga para saber si el desahuciado le dijo el nombre a alguien. No importa si la respuesta es positiva o negativa, da lo mismo. Lo mata. El sólo pensarlo daría lugar a la catástrofe.
Luego, salto temporal mediante de 30 años, tres jóvenes, una pareja (heterosexual, hoy en día hay que aclararlo) y el amigo de la infancia del varoncito, se mudan a esa misma residencia donde ocurrieron esos lúgubres hechos. Todo está por descubrir, pero es todo previsible.
A partir de allí es un gran catalogo de refritos ya visto infinidad de veces, sin una pizca de pericia para narrar, donde las actuaciones no son convincentes, el guión se quemo en el infierno y cuando debían aparecer como para reflotar un poco del aburrimiento los efectos especiales son de muy mala factura.
Los jóvenes en cuestión comienzan a tener alucinaciones visuales y auditivas, en ningún momento se los ve ir a pedir cambio de medicación, ni tampoco que hayan cambiado de “dealer”.
Deciden investigar por su cuenta, traen a una psíquica que dice poder hacer contacto con “entes” sobrenaturales del más allá. Insisto ¿Un médico por ahí? ni de casualidad.
Lo que va a suceder se sabe desde el preciso instante en que los tres jóvenes alquilan la vivienda.
Ni siquiera la presencia de Faye Dunaway, como la única sobreviviente de aquel episodio dando datos inútiles a los jóvenes imprecisos (¿esto era al revés?) y Carrie Ann Moss como un agente de policía investigando las muertes que se empiezan a producir, no tienen el efecto deseado.
En realidad si, pues da pánico ver lo que el tiempo le produjo a esa heroína de “Matrix” (1999).