Nunca digas su nombre y tampoco pierdas tiempo en el cine con esto porque es una película horrenda.
Hay que resignarse a que no vamos a encontrar una propuesta decente de terror en la cartelera hasta que se estrene la nueva adaptación de It, de Stephen King.
Esta fallida producción fue concebida por el actor Jonathan Penner, quien en 1996 produjo una de las mejores comedias de humor negro de esa década como fue La última cena, con Cameron Diaz.
Al igual que en aquella película, su esposa Stacy Title se encargó de la dirección con la diferencia que el resultado final en este caso es un desastre.
Una década atrás la realizadora había incursionado en el género con la sátira mediocre a Los cuentos de la Cripta, Hood of Horror, que tenía en su reparto Danny Trejo y el rapero Snoop Dog.
Queda claro que el cine de horror no es el fuerte de Title.
Nunca digas su nombre intentó refritar un concepto similar al clásico Candyman, donde el misterio sobrenatural se fusionaba con el subgénero slasher.
El problema es que la historia de esta producción es muy mala y parece haber sido improvisada mientras filmaban la película.
Cuestiones argumentales básicas para construir un relato acá se ignoran por completo, como si dieran por sentado que los espectadores no se van a dar cuenta.
The Bye Bye Man es la entidad malvada que persigue a un grupo de adolescentes idiotas en este relato.
¿Cuál es el origen del villano? ¿De dónde salió? ¿Por qué lo acompaña un perro digital hecho con CGI de 1993?
No hay respuestas. Bye Bye Man aparece porque así lo dicta el guión y ni siquiera se esforzaron en construir alguna leyenda urbana interesante en torno a su figura.
La dirección de Title es un desastre y a lo largo de 96 minutos jamás consigue crear una mínima situación de suspenso. Del terror mejor olvidarse porque brilla por su ausencia.
Sobre todo por el hecho que el film fue concebido con la calificación “No apta para menores de 13 años” que impide presentar algo decente en este género.
Tampoco ayudó que los productores eligieran un reparto de actores horrendos que parecen haber trabajado bajo los efectos de alguna sustancia tóxica.
Los protagonistas de la última versión de El proyecto Blair Witch eran malos pero creo que en este caso fueron superados.
El exceso de intensidad que le dan los actores a sus papeles generan risa y la película parece otra infumable entrega de Scary Movie.
Resulta triste ver en cameos penosos a buenos artistas como Carrie Ann Moss y Faye Dunaway, una figura legendaria del cine de los años ´60 y ´70, a cargo de personajes que no tienen razón de ser en el argumento.
Si tiene curiosidad por descubrir que tan mala es Nunca digas su nombre la pueden esperar en la tele, pero no vale la pena desperdiciar una entrada al cine con semejante bodrio.