Nunca digas su nombre

Crítica de Pablo Sebastián Pons - Proyector Fantasma

EL HOMBRE DUPLICADO
A pesar de un comienzo interesante desde la puesta en escena, con un travelling inicial y cierto aire setentoso claramente deudor de la saga El Conjuro y La Noche del Demonio (James Wan), el cuarto largometraje de Stacy Title se desdibuja rápidamente al caer en lugares que el cine de terror ha visitado hasta el hartazgo: adolescentes y maldiciones que pasan de generación en generación.

Mas allá de que aquí la premisa revista cierta originalidad – lo cual es muchísimo decir no solo en el cine de terror, sino en el cine posmoderno -, los aciertos de Nunca Digas Su Nombre se ven rápidamente opacados por la clara falta de pericia actoral de Douglas Smith (Elliot), Cressida Bonas (Sasha) y Lucien Laviscount (John), porción en la que se apoya la mayor parte de la película. Incluso teniendo actores en el elenco que pueden garantizar otro resultado en el registro dramático y en la ejecución de los sosos diálogos, elige dejarlos en el limbo de los papeles secundarios, y entonces vagan sin pena ni gloria Carrie-Anne Moss, Faye Dunaway y Leigh Whannell (de la saga de La Noche del Demonio).

Basada en el capitulo El Puente hacia la Isla Cadaver – del libro El Vampiro del Presidente (2011) -, Nunca Digas Su Nombre cuenta la historia de un trio de estudiantes universitarios que se mudan a una casa fuera del campus, y descubren una maldición latente que empieza a manipularlos mentalmente para enfrentarse los unos a los otros. Elliot encontrará la raíz del problema varias décadas en el pasado y descubrirá qué o quien esta detrás de esta maldición.

Candyman (1992), Pesadilla en Elm Street (1984) y el subgénero de mitos urbanos son solo algunas de las influencias de las que Nunca Digas Su Nombre intenta beber pero nunca llega a hacerlo con fluidez ni efectividad. Eso termina por jugarle en contra al no incorporar integralmente ideas ajenas ni construir con éstas una identidad propia.

Los mínimos aciertos en momentos puntuales (el comienzo y cierta construcción de algunos climas), sumados a la fallida incorporación de elementos y referencias, hacen de la película de Title una obra ajena a sí misma, alienada de una personalidad propia que tenga algo que decir. No solamente nunca encuentra el tono ni el ritmo sino que, lo que es aún peor, nunca parece intentarlo.