El monstruo del armario
¿Cuántos monstruos tenemos? Desde aquellos de la Universal hasta Freddy, Mike Myers, Jason. ¿Y Candyman, y Pinhead?. Es algo recurrente encontrar esos terribles acechantes nocturnos como base de franquicias. Ellos son un elemento inagotable para la persistencia del terror. ¿Más cercanos en el tiempo? Samara de La Llamada (The Ring) o ese bicho volador invencible de Jeepers Creepers. En esos seres confiamos para que sean fundadores de pesadillas. Nunca Digas Su Nombre (The Bye Bye Man) tiene idea de construir otro ser temible: el Bye Bye Man.
El comienzo no puede ser más prometedor, Larry (Leigh Wannell de La Noche del Demonio), con una escopeta irrumpe en casa de un amiga preguntando si le contó a alguien “el nombre”. De ahí en adelante, una masacre a escopetazo limpio nos agarra del cuello e impone la tensión necesaria. Una violencia dura y directa. Salto temporal. Tres jovenes (dos amigos casi hermanos y la novia de uno de ellos) alquilan una antigua casa cerca de su universidad. ¡Cuántas películas construidas sobre la maldición que habita la nueva casa! En ese punto, con la introducción de los nuevos personajes, el ritmo decae. El descubrimiento de “el nombre” aparece, y muy lentamente, alimenta su regreso. Porque una vez que se conoce, la muerte es solo cuestión de tiempo.
Nunca Digas su Nombre presenta a Bye Bye Man espectral, con poca interacción física, apenas algunas apariciones.
El Bye Bye Man es un personaje extraño. La película lo presenta espectral, con poca interacción física, apenas algunas apariciones. Su fuerza es psicológica, desgarrando la cordura de los protagonistas. Un ser que se acerca paso a paso, envileciendo la mente. Dejando aflorar temores, inunda de terribles ilusiones a todo aquel que conozca su nombre. Esa sensación constante de circunstancias imprecisas, de locura, habilita su proliferación virulenta, la paranoia y el contagio. ¿Cómo dejar de pensar en él si toda la realidad se ve transfigurada?
Nunca Digas Su Nombre, en su elección de no confundir terror con sorpresa, le permite tomar distancia de los films mainstream del género. Aquel espectador ávido de un espanto más visceral y vertiginoso, puede sentirse decepcionado. Por mi parte, aprecié la ambición de construir un ser mitológico, un monstruo del armario, de esos que nunca van a tener una explicación completa. Estaban antes de nosotros y van a estar después. Mostrando retazos de un temor que, con suerte, se pueda dejar enterrado en el olvido.