Lo que nos hace humanos
Llueve. Los alumnos del Hailsham School miran a la profesora, que con expresión desairada, como perdida entre el deber y la moral, les dice la terrible noticia. Ellos, los alumnitos, no tienen futuro. Su cita con el destino los condiciona: no van a poder disfrutar como personas normales. Es un momento impactante. Lo que hasta entonces se había presentado como una película de época inglesa, con una paleta de colores monocromática y un triángulo amoroso entre tres chiquitos, se devela como algo más grande y tenebroso. Pero algo hacía ruido: nunca vimos a los padres de los nenes, no sabemos qué tipo de escuela es Hailsham, y los mitos que existen en ese lugar son, cuanto menos, perturbadores.
La película no nos engaña, sino que de una manera muy sutil e inteligente, crece en distintos géneros. La primera media hora, es decir, el primer tercio, es la más amigable. Allí Ruth, Tommy y Kathy establecen los lazos que los unirán para siempre. Ruth y Tommy se hacen novios, aunque mucho del crédito lo tiene Kathy, quien fue la que primero se enamoro del joven introvertido y excluido. Ruth, en cambio, casi por competencia, se lo sacó de las manos. Cada uno supondrá qué es lo que realmente sucedió con ellos.
La escuela está dirigida por la inquebrantable Charlotte Rampling, que produce un discurso inquietante después de la impertinente declaración la profesora. Sally Hawkins, quien ya se había probado y con grandes resultados, como maestra en Happy-go-lucky, parece ser hasta ese entonces, la más humana de todos (incluso más que los chiquitos, que algo raro esconden). Es expulsada de la escuela. ¿Por qué? Mucho del misterio se devela en el final, aunque realmente no era necesario, porque ya se había esbozado un concepto sobre la historia: ellos son seres humanos creados con el único propósito de ser donantes de órganos. Que la película esté ambientada en la década del '90 y que sea ciencia ficción, al fin y al cabo, no hacen más que añadir originalidad a la historia. Tendemos a asociar la ciencia ficción con historias que transcurren en el futuro, cuando en realidad, el término hace referencia a la ficción científica, el "qué pasaría si..." de los nerds. Hay una historia romántica, pero es más que nada un matiz (aunque se venda como lo principal). El tema tiene bastante peso y es lo suficientemente complicado de manejar como para que quede sólo en una de "amores imposibles". Sí: los peores momentos de Nunca me abandones son aquellos edulcorados, con caritas lindas llorando y música triste de fondo, en playas desérticas. Pero afortunadamente, el director no siempre pierde de vista lo esencial, y cuenta con la ayuda de tres grandes actores. Carey Mulligan, la protagonista (la gran actriz de An education), Keira Knightley (la que rompe la verdadera relación de los protagonistas, no sin cierta malicia) y Andrew Garfield (Wardo de Red social). De los tres, el que menos peso y consistencia tiene es él. Sin haber leído la novela en la que está basada la película, supongo que es un error del actor. A Garfield le va bien con el papel de flacucho maltratado pero con cara de bueno. Y (sólo) hace eso. Comparten algunos momentos intensos, donde nos preguntamos si son máquinas o humanos (son clones de drogadictos, pobres). Realmente sienten miedo. Cuando realmente estamos convencidos de su humanidad, se nos vuelve a interpelar con nuevas actitudes. ¿Cómo reaccionarían ustedes si supieran que su vida está "programada"?. Esas preguntas están bien. Si todo hubiese salido mal, debatiríamos si esta es una película en contra (o no) de la donación de órganos. No es el punto. Hay ecos de los desesperados replicantes de Blade Runner.
Para algunos, Nunca me abandones resultará una película fría y distante. Yo creo que no lo es (y cuando lo es, es deliberado). Si bien no llega a ser un clásico de ciencia ficción/romance (podríamos encasillar la fabulosa Gattaca en esa subcategoría) sí nos deja con más preguntas que respuestas. ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Qué nos separa de la frivolidad, el tedio? El amor, la pasión. El pulso vital de quien ama a otra persona. Ellos aman, seguro. ¿Pero pueden decidir qué hacer con sus vidas? Parte de amar es eso: tomar decisiones.