La prolífica directora polaca de Elles y The Other Lamb concibió con su habitual coguionista y director de fotografía Michal Englert una extraña y a su manera fascinante historia que coquetea con el surrealismo y el absurdo (por momentos tiene ciertas conexiones con el cine de Roy Andersson) a partir de la historia de Zhenia (notable trabajo de Alec Utgoff, visto en la serie Stranger Things y en varias películas de Hollywood como Código Sombra: Jack Ryan), un inmigrante ucraniano que arriba a Polonia; más precisamente a una suerte de barrio privado de casas idénticas en el que viven burgueses de buen pasar en lo económico, pero no tanto en lo afectivo o en lo que a salud (física y mental) respecta.
Zhenia es un masajista a domicilio, pero sus artes no se limitan a desatar nudos con las manos. Es también un ilusionista, un hipnotizador, un sanador. Logra que sus clientes se relajen, se duerman, entren en trance y se curen (o al menos atenúen los efectos) de sus dolencias, que van desde simple estrés hasta cáncer terminal, pasando por profundas angustias.
No queda muy claro si sus poderes son del orden de lo místico, lo espiritual o lo mágico, pero el atractivo, gentil y servicial Zhenia se convierte en un ser muy requerido en la comunidad, un bálsamo sobre todo para mujeres dominadas por el vacío existencial, la soledad. Sabremos poco de él, aunque unos flashbacks nos transportan hasta su Chernobyl de origen (nació exactamente siete años antes del desastre nuclear de la planta del lugar, pero no pudo salvar a su madre de los efectos de la radiación) y esa escasez de información es uno de los ejes de esta enigmática y elusiva película que construye una permanente tensión sexual, una mirada política bastante cuestionadora y se arriesga con algunos delirios musicales.
Demasiado asordinada y contenida para llegar a ser una comedia satírica, demasiado fría como para conmover desde el dráma, un poco críptica en su propuesta pero siempre deslumbrante desde el diseño de arte y la estilización visual, Nunca volverá a nevar ratifica a Szumowska como una de las referencias ineludibles dentro del hoy tan de moda cine polaco.