Este es un film sobre la fe de un auténtico creyente. Rodrigues es nuestro predicador predilecto: filme lo que filme, cuente lo que cuente, todos nosotros creeremos en sus imágenes (y sonidos). La fe en cuestión no es estrictamente la cristiana, que es invocada en un relato insubordinado sobre un legendario personaje religioso portugués, San Antonio de Padua. La fe es aquí la que el director profesa por el cine. Solamente en el cine uno puede creer en los misterios del espíritu y en los milagros. La libertad secular de Rodrigues así lo entiende y por eso puede adentrarse en una tradición antigua y medieval y combinar el espíritu científico con la superstición. En principio, nada más lejos de un teólogo que un ornitólogo: el primero quiere contemplar lo inobservable, el segundo se atiene a las maravillas que le puede dispensar su visión auxiliada por unos binoculares.