Con elementos reconocibles de otras piezas de ciencia-ficción –cosa que a esta altura de la historia de este género quizás ya resulte inevitable- llega ahora este exponente con grandes logros estéticos y expresivos y no demasiados argumentales. El tema de una tierra devastada en el futuro ya ha sido desarrollado de manera exhaustiva, y si bien Oblivion: El Tiempo del Olvido intenta establecer algunos toques distintivos, no alcanzan a tener la significación que sus artífices se propusieron. Porque en esta historia de ese soldado asignado a patrullar un planeta desolado y destruir los últimos vestigios de una raza hostil y aparentemente alienígena, en el que la presencia de dos mujeres aportan subtramas, al menos existen propuestas y búsquedas.
Joseph Kosinski, realizador de la aceptable secuela de Tron, contó con varios guionistas para desarrollar sus ideas, extraídas de su propia novela gráfica, pero ninguno parece haber dado en la tecla, porque lo mejor de la película es su aspecto visual y expresivo, mérito excluyente del director. También es mérito suyo no tener un texto propio lo suficientemente llamativo, o acaso plasmado sin ingenio por sus colaboradores.
Sea como fuere, es un placer contemplar la película; la iluminación, los escenarios capturados en paisajes reales, el diseño de las naves, drones, estructuras, trajes y vestuario. Algunas escenas, pocas, son vibrantes, como una de persecución entre montañas que recuerda a Star Wars. Pero la confrontación entre el protagonista y los rebeldes, y las menciones a la memoria –con ciertos trazos de poesía- daban para más. Tom Cruise no decepciona, se pone al hombro todas las películas en las que actúa y entre él y los climas expresivos de Oblivion, la experiencia visual y heroica es factible.