Videoclip filosófico
Detrás del nombre enigmático Oblivion (una forma poética de decir olvido en inglés) se esconde una película que, en la línea de un gran porcentaje del cine actual, desborda ideas y creatividad para proponerlas pero, a la hora de ejecutarlas, transmite una inevitable sensación de deja vú. Si a esto sumamos que no hay búsquedas demasiado jugadas y la edición y la música parecen remarcar precariamente el estado emocional de las situaciones, estamos ante una película que se sostiene gracias al trabajo de sus actores , las efectivas secuencias de acción y el desolado paisaje que a veces se puede rescatar entre el barullo de planos inexpresivos.
La cuestión de la película es que detrás de toda su estructura basada en el imaginario de ciencia ficción que han desplegado los últimos 30 años de cine, televisión y literatura; la historia que realmente logra cerrar efectivamente es la romántica. Es así que todo el contexto que se sale del triángulo entre Jack (Tom Cruise)-Julia (Olga Kurylenko)- Victoria (Andrea Riseborough) parece más un hermoso decorado que un relato distópico. ¿Por qué sucede esto?: para empezar es un film que cuenta con unos extensísimos pasajes en off que a menudo repiten información, siendo los cinco minutos que abren la película con Jack explicando su tarea y el estado lastimoso de la Tierra, y el punto de giro del nudo, con Julia explicando el origen de Jack, dos momentos que si no resultan densos es porque hay música y movimiento constantemente. Pero como si fuera un aparato de relojería descompuesto, todo parece calculado en su irregularidad, los momentos artificiosos con emociones que afloran inexplicablemente, se interponen con algún que otro diálogo interesante y buenas secuencias de acción. Una de cal y una de arena, una de cal y una de arena, y así sucesivamente.
Pero lo que quizá más torpe resulta son las secuencias donde Joseph Kosinki demuestra que le faltan herramientas para trasladar al cine su propia novela gráfica. No me refiero solamente al recurso del off y los extensos diálogos, sino al uso de planos publicitarios en pequeños videoclips que aparecen ocasionalmente en el medio de la película. Por ejemplo, no suma en absoluto esta elección estética para la secuencia romántica entre Jack y Victoria en la piscina al comienzo del film, principalmente porque lo que la música remarca con grandilocuente dramatismo es poco y nada desde lo visual, haciéndola un artificio redundante. Pero donde hace más agua el film es en el esqueleto: el relato futurista que amenaza con algunos giros interesantes se muerde la propia cola con una explicación tan incoherente como la frase final de Jack, tratando de eliminar a Sally “de donde sea que vino”. Es así que el cuento de autodescubrimiento (tópico central de la ciencia ficción) y la revelación que define la identidad de Jack se diluye rápidamente en un vaso de mediocridad del cual lo único que parece genuino es la relación (y lo que implica esa relación) entre Jack, Victoria y Julia.
El resto es sólo un vistoso adorno con algunas ideas originales de puesta en escena. Pero poco más.