Pueden pasar los años pero yo cada vez estoy más convencido y firme en mi postura sobre cuál es el mejor género cinematográfico: Creo fervientemente que no hay con que darle a la ciencia ficción.
Como marco es perfecto para una liberación artística de un realizador o guionista, porque permite la expresión de ideas en forma de alegorías, críticas e imágenes, todo en un combo donde además convergen de forma necesaria algunos de los aspectos más importantes del séptimo arte, como lo son el campo visual y sonoro.
No quiero irme del tema, pero piensen en cualquier gran película de ciencia ficción y verán que lo visual y lo sonoro tiene que estar a la misma altura de lo argumental.
Cuando se rompe ese balance, estamos frente a propuestas que encajan en otros géneros o subgéneros y no propiamente en el de la ciencia ficción.
Hace un par de años cuando Joseph Kosinski hacia su debut tras las cámaras con “Tron: El Legado” (2010) me resultó muy interesante la forma en que logró aprovechar al máximo una historia impresionante (personalmente la considero un lobo con piel de cordero) no solo para demostrar su talento, sino también para darle un sello personal muy marcado y esencial a ese producto a través de la fotografía y la utilización de la música.
Junto a Neill Blomkamp, director y guionista de “Sector 9” (District 9, 2009) y Duncan Jones, responsable de “En la Luna” (Moon, 2009) y “8 minutos antes de morir” (Source Code, 2011), me parece que Kosinski forma parte de una nueva y prometedora camada de realizadores que aportarán mucho al género de la ciencia ficción desde un punto de vista muy personal y original en los próximos años.
En ese contexto es donde aparece “Oblivion”, su primer trabajo cinematográfico 100% personal, ya que está basado en un cómic que él mismo escribió mientras trabajaba en “Tron: Legacy” y que, luego del éxito de aquella producción, fue visto con buenos ojos por parte de algunos de los grandes estudios de Hollywood, dándole luz verde a este proyecto.
“Oblivion: El tiempo del olvido” es un buen exponente del género, no solo porque su historia sirve para reflexionar sobre aspectos presentes que sin dudas serán determinantes en nuestro futuro (la carrera armamentística, el cuidado ambiental, los avances tecnológicos y su impacto) sino porque también se permite ofrecernos visualmente un espectáculo soberbio, acompañado de una brillante banda sonora.
El responsable de lo visual es, nuevamente, Claudio Miranda (ganador del oscar por su trabajo en “Life of Pi” de Ang Lee), con quien Kosinski ya había trabajado en su anterior proyecto.
Aquí, una vez más, el realizador y el director de fotografía se pusieron nuevamente de acuerdo para impactar con imágenes hermosas, desoladoras, muy coloridas y planos que parecen cuadros pintados a mano.
Por otro lado, los responsables de la impecable banda sonora, son los integrantes de la banda M-83, liderada por Anthony Gonzalez quien contó también con colaboración de Joseph Trapanese para brindarnos una serie de melodías nostálgicas, amargas, imponentes y estruendosas a medida que avanza el relato.
Sin embargo no podemos dejar que el envase opaque al contenido, el cual es ni más ni menos que su argumento.
Si bien arranca de forma ascendiente durante su primera parte y arremete y sorprende durante el clímax, una vez que llega el momento del cierre parece que el guión firmado por Michael deBruyn y Karl Gajdusek se conformara con lo mostrado previamente y ofrece una floja resolución, en comparación a lo que uno podría esperarse de semejante historia.
Porque si hay algo que “Oblivion” tiene a su favor es que a través de un interesante y dinámico prologo que da inicio a dos primeros actos bastantes, logra su objetivo de hacernos pasar un muy buen momento dentro de un futuro desolador y solitario.
Quiero remarcar algo que no me parece coincidencia, debido a que es la segunda vez que Kosinski lo hace, y es la forma en que este realizador logra insertar elementos muy humanos de forma acertada a relatos de ciencia ficción fríos y distantes.
Nuevamente el amor, la relación entre creador y creación, la subversión y la búsqueda de la perfección son algunas de las aristas que se tocan de forma no tan sutil en la trama que presenta “Oblivion”.
Gran parte de eso también se debe también a tres piezas claves del elenco: Tom Cruise (quien ya es una cara repetida dentro de algunas muy buenas producciones de este género), Andrea Riseborough y Olga Kurylenko, quienes se cargan al hombro casi el 75% de la película sin tambalear en ningún momento.
En otras palabras, “Oblivion: El tiempo del Olvido” ofrece un pasatiempo de factura técnica notable, digno de ser disfrutado en las mejores condiciones que puede ofrecer una sala de cine, como así también una historia que entretiene porque atrapa, sorprende y reflexiona sobre temáticas interesantes dentro del amplio espectro que puede ofrecer la ciencia ficción.
Sin embargo, durante su parte final, la historia pierde consistencia y le cuesta aterrizar de forma cómoda, optando así por una salida viable, pero que no está a la altura de lo ofrecido previamente.
La sombra de “Tron: El Legado” es muy grande para Kosinski y eso está bueno, porque seguramente a medida que vaya ofreciéndonos nuevos trabajos intentara superar aquella impresionante carta de presentación.
Esta vez se quedó en el medio.