Olvido, sorpresa y déjà vu.
El atractivo de la ciencia ficción es el de un eterno cuestionamiento: “que pasaría si...”. Una chispa sobre lo que no existe hace explotar de repente un nuevo territorio, que le da espacio a las grandes ideas así como a las historias masivas. Es en la unión de estos dos últimos elementos en la cual lo irreal se vuelve cercano, y en la que una obra más se transforma en un clásico. El cine ya nos dió decenas de grandes relatos como estos, llevando al espectador a lugares tan recónditos como los confines del espacio pero, al mismo tiempo, sumergiéndolo en las profundidades de la naturaleza humana. Ahora, Oblivion: El tiempo del olvido (Oblivion, 2013) presenta pretensiones de llegar a estas alturas y, a la vez, entretener a las audiencias con una aventura de misterio y acción. Si bien la película no puede lograr lo primero, tiene bastantes aciertos en el segundo como para dejarla pasar.
El film se transporta a la Tierra post-apocalíptica de 2077, solo consistente en restos de la guerra interplanetaria que 60 años atrás arrasó con todo. En el área de Nueva York, quedan Jack (Tom Cruise) y Victoria (Andrea Riseborough), quienes tienen la tarea de limpiar el desastre y juntar recursos naturales para transportarlos al resto de la civilización, ahora mudada a una de las lunas de Saturno. Por fortuna para ellos, solo quedan dos semanas más de trabajo, pero la curiosidad de Jack y la llegada de una sobreviviente con secretos (Olga Kurylenko) iniciarán una serie de revelaciones que cambiarán sus perspectivas y al mundo que conocen.
Joseph Kosinski (Tron: El Legado) plantea una historia de descubrimiento con un ritmo más lento que el de los tanques hollywoodenses habituales -casi moviéndose como un western clásico-, para construir los interrogantes y al mundo que rodea a Jack. Aunque la lentitud pierde sentido cuando aparecen las respuestas hacia la parte final del film, el diseño visual de la producción es espectacular, haciendo gran uso de la mezcla del relieve estéril de Islandia y unos excelentes efectos especiales, llevando a la pantalla un futuro digno de ser visto en la pantalla grande. No sorprende el hecho de que el realizador haya sido profesor de arquitectura: los mundos de sus dos films están meticulosamente armados; en este caso, uniendo en protagonismo a la desolación de desiertos y montañas con la frialdad geométrica de las máquinas y hogares del mañana, al mismo tiempo que deja en lugar secundario a las ruinas de La Gran Manzana.
Otros recursos de Kosinski para mantener el interés son escenas de acción bien fluidas y enfocadas, una pulsante banda de sonido por M83 (variando entre el tecno noventoso y el estilo bombástico de un seguidor del compositor Hans Zimmer) y con el amuleto que es su protagonista principal. Cruise siempre fue una estrella clásica con los pies en el presente, al estilo de George Clooney: su personalidad básica provee suficiente carisma para sostener el film, a pesar de no estirarse más allá de eso (excepto, claro, por casos como Colateral y Magnolia).
Pero claro, en la segunda mitad empiezan a notarse los problemas, principalmente cuando el director (quien también fue autor de la historia original, luego reescrita por reconocidos como William Monahan y Michael Arndt) continúa apuntando a lo grande, todo mientras sigue tomando elementos obvios de más y más clásicos de ciencia ficción de los últimos 50 años: desde imágenes de 2001: Odisea del Espacio y Star Wars a temas y personajes vistos en Solaris, Matrix y En la Luna. Este el punto en que muchos se dividirán, diciendo si es un manifiesto de influencias o un atraco a plena vista. De todas formas, Kosinski parece evitar lo último, compensando con su coherencia estilística para atar su universo. Eso sí, es inevitable pensar la gran frase de comparación: “Esto ya lo ví en algún lado”.
Es una lástima que, a pesar de todo el esfuerzo puesto en la experiencia sensorial del film, no se haya elaborado lo mismo en lo ideológico y lo argumental. Temas como la voluntad propia, la existencia del alma y la lucha del individualismo contra la convención social son introducidos pero no desarrollados, dándoles sólo una resolución veloz. Y la historia del film, si bien es interesante, tiene varios baches y no demasiada profundidad con la historia de los humanos aparte de Cruise, dejando a los actores para valerse por sí mismos: mientras Riseborough y Kurylenko salen a flote con lo poco que les da su material, una subtrama con un grupo de sobrevivientes liderado por el personaje de Morgan Freeman (quien aparece por aproximadamente 15 minutos), queda oculta excepto por cuando se necesita desesperadamente su uso.
A fin de cuentas, Oblivion es una de esas grandes producciones que, a pesar de estar hecha de partes usadas, tiene suficiente espectáculo y ritmo para entretener y distraer por un par de horas. Si podrá esquivar el olvido, se verá más adelante.
@JoniSantucho