Al término de la proyección de éste estreno uno piensa que el profesor de guión de cualquier universidad de cine del mundo tendría con Steven Knight, su autor y director, un diálogo con esta apertura: : “Vea Knight (lo trata de usted), si es por la apertura y cierre de su texto, usted empieza con un zoom in de un ojo y cierra de la misma manera, es decir con un zoom out del mismo ojo. Eso es correcto, y veo que ha aprendido bien a establecer el punto de vista. Usted es literal. Lo que veremos de esa primera toma en adelante lo piensa, lo sueña, o lo imagina una persona. El problema es todo lo que pasa entre esas dos tomas ¿se da cuenta? Usted, Kinght ¿Qué demonios quiso contar?”
Más allá de todo esto, uno entiende a partir del planteo inicial que la cosa va por el lado del entretenimiento, y sólo eso. El “cómo” es lo que convierte a “Obsesión” en un producto pretensioso que tiene la extraña capacidad de auto-vaciarse.
Luego del ojo, la primera escena describe un poco al personaje y su obsesión. Vemos a Baker Dill –“¿Quién le sugirió éste nombre imposible, Knight?”- (Mathew McConaughey) en un barquito de pesca en la isla de Plymouth junto a su ayudante Duke (Djimon Housoun). Ambos se ganan la vida llevando turistas a pescar mar adentro, así que ahí están. Pronto descubrimos la supuesta obsesión del título porque, al momento en el que parece que “picó uno grande”, Baker se da cuenta que se trata de un atún muy grande que viene tratando de sacar hace mucho tiempo. Toma la caña de pescar y hasta amenaza a los clientes con un arma sino lo dejan a él sacarlo. Tanta es su excitación por sacarlo del agua que hasta le puso nombre –“Knight, ¿’Justicia’ se llama el pez? ¿Por qué no le puso “Sutileza”, así tardamos más en darnos cuenta de todo?”
En la platea uno se pregunta si de verdad vamos a ver una versión de “El viejo y el mar” (1958 y 1990), pero con un atún. La cosa se va a complicar porque a esa actitud autodestructiva (de su negocio) se agregarán otras tantas más que no tienen pies ni cabeza. Cuando está corto de guita se prostituye con una mujer (Diane Lane), y luego sigue con el tema del pececito. Hay un hombre de traje que llueva o salga el sol trata de interceptar a Baker para hablar con él, y por último se presenta su ex esposa (Ann Hathaway), en pose de femme fatal de film noir para proponerle que mate a su actual marido a cambio de diez palos verdes.
Todo está tan lleno de clichés y descripto por diálogos tan superficiales que hasta los trabajos de buenos actores y actrices se ven sobreactuados. Se pretende un registro parecido al que tenía todo el elenco de “The Truman show” (Peter Weir, 1998) para con el personaje de Jim Carrey, sólo que éste último justamente se mantenía en un tono distópico por lo que se revela después. Lo mismo intenta hacer el director de “Obsesión”, pero las situaciones planteadas de esa manera, sin autoconciencia, se le tornan irremontables, mueven a risa cuando su impronta es la contraria. Steven Knight queda preso en su propia jaula. Hay una vuelta de tuerca que intenta justificar todo lo que vemos, pero luego de analizarla ya fuera del cine, y con un rato para decantar, nos damos cuenta que en lugar de justificarse argumentalmente el giro de la trama prácticamente niega la propuesta inicial, y toda la credibilidad se cae a pedazos.
Es raro porque, como guionista, los antecedentes son realmente importantes en la carrera del realizador, empezando por aquella brillante “Promesas del Este” (David Cronemberg, 2007). “Mire Knight a mí me parece que esto lo escribió cuando tenía catorce años, en algún taller del colegio, y se habrá sentido un genio con la idea. Suele pasar a esa edad. Si tiene más de estos hágase un favor: vuelva a leerlos antes de empezar a filmar”