La novedad de Ocean’s 8: Las estafadoras es que está protagonizada por mujeres. Lo malo es que se parece más a un desfile de moda que a una buena película de atracos.
El director Steven Soderbergh fue quien inició, en 2001, la saga de Ocean conocida como La gran estafa (Ocean’s Eleven), que a su vez era la remake de Ocean’s 11 (1960), dirigida por Lewis Milestone. En Ocean’s 8: Las estafadoras, Soderbergh ya no está detrás de cámara (sólo figura como uno de los productores) y la película tampoco cuenta con su grupo masculino de estrellas, que lideraba Danny Ocean (George Clooney).
La novedad de esta cuarta entrega es que se trata de la versión femenina de aquellas calculadísimas hazañas delictivas de Ocean. El nuevo director, Gary Ross, cuenta con un elenco de mujeres integrado por figuras como Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway y Rihanna. Sin embargo, el resultado no llega a estar a la altura de los grandes exponentes del género.
Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny, sale de la cárcel después de cumplir una condena de cinco años. Pero Debbie no se pasó cinco años en la cárcel paspando moscas, sino que los usó para idear el golpe que le salvará la vida: robar el collar Toussanit de Cartier, valuado en 150 millones de dólares. El latrocinio se realizará en el evento anual del Metropolitan Museum of Art, cuando la supermodelo Daphne Kluger (Anne Hathaway) llegue a la ceremonia con el collar millonario.
Para llevar a cabo el robo, Debbie se reúne con su vieja compañera Lou (Cate Blanchett) y juntas arman un equipo de chicas especialistas en distintas ramas del robo. Esto sirve para presentar a las otras protagonistas, cada una con una personalidad diferente.
No se sabe muy bien en qué momento el cine de Hollywood se bastardeó y empezó a ser incapaz de preocuparse por la coherencia lógica de sus productos. Quizás el asunto empeoró cuando comenzaron a abundar más los técnicos y geeks especializados en publicidad que en el arte cinematográfico.
Ocean’s 8: Las estafadoras no hace más que desalentar al espectador amante del género, que exige lo que la película no hace: que la planificación y ejecución del golpe no deje huecos, que no haya inconsistencias lógicas y que todo cierre. El guion se toma demasiadas licencias y no hace coincidir los tiempos de las acciones llevadas a cabo con lo que después muestran en los flashbacks. De la continuidad de las escenas se podría decir, irónicamente, que el montajista es un maestro de la elipsis.
Ocean’s 8: Las estafadoras es una película publicitaria, un largo desfile de modelos auspiciado por Cartier y Vogue. Sin embargo, es justamente esa referencia al mundo de la moda y a las marcas, y a algunas de sus personalidades, lo que le da una leve singularidad en comparación con el resto de la saga.