De Ecuador, llega esta película dirigida por Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade, ambos graduados de la Universidad San Francisco de Quito. Es en aquella ciudad donde se sucede, en dos tiempos distintos, la historia de Ochentaisiete.
Por un lado, un grupo de tres amigos entrados en la adolescencia, se refugian en una edificación abandonada, se alejan de sus familias y los planes que ellos quieren imponerles, mientras por fuera la ciudad está en plena crisis y hay policías constantemente en los alrededores. Casi como si fuera una versión en masculino de Foxfire (aquella película protagonizada por Angelina Jolie que tuvo también su versión francesa dirigido por Laurent Cantet), se crean este espacio para alejarse del resto del mundo. Incluso uno de ellos se escapa de su casa, para escaparse del futuro militar que le esperaba. Es entonces cuando aparece una voz femenina, una joven, que se une al grupo y comienza a provocar sentimientos encontrados en más de uno de ellos, cuando todo deja de parecer tan sencillo.
Una vez trasladados al ahora, cuando uno de ellos regresa de Argentina e intenta reconectar con lo que quedó del pasado, con esas amistades, sigue estando muy presente algo que sucedió en ese pasado nunca pisado. Un evento que lo cambió todo, que los separó y que no se dará a conocer hasta el último tercio del film, por lo que no voy a mencionarlo.
En el medio, Ochentaisiete es un retrato sobre la amistad y sobre el traspaso de la adolescencia a la madurez, éste a veces forzado por hechos externos que nos obligan a crecer de golpe. El contexto de la ciudad le aporta algo muy interesante, no siempre vemos historias que suceden aquí, mucho menos tan adentro de Ecuador.
Una película hecha de pequeños momentos que conforman una historia no muy original pero con mucha frescura y honestidad, sutil, que se toma sus tiempos. No obstante, sin dudas es una bella y chiquita película.