Un documental es valioso por varias razones. Porque propone una mirada artística, porque tiene un registro histórico novedoso o por pretender ser una herramienta política. Octubre Pigalá tiene el mérito de abordar en un marco histórico archiconocido, una fuerte línea de denuncia que se asienta en la idea de que la historia no es un bloque monolítico, sino un prisma repleto de discontinuidades, baches y omisiones.
El film de Valeria Matelpan reconstruye la aniquilación que sufrieron los pilagá oriundos de Formosa en un paraje llamado La Bomba cerca de Las Lomitas en 1947, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. El motivo de la masacre se vincula con la existencia de un régimen de colonias indígenas en la Argentina a cargo del Ministerio del Interior cuyo reclutamiento funcionaba como reservorio barato para trabajar en los ingenios, zafras y otras cosechas. Los pilagá se negaron a formar parte de esas colonias para la explotación. Pero el detonante ocurre cuando piden ayuda al gobierno nacional por intermedio del cacique Pablito y reciben comida y medicamentos en mal estado. Indignados, piden hablar con gendarmería y, según la versión que cuenta el documental, caen en una trampa donde mueren cientos de indígenas desarmados que no tenían intención de luchar. En este punto, Octubre Pigalá se convierte en un documental de denuncia que reconstruye los detalles de la barbarie en consonancia con un complejo sincretismo religioso que pareciera operar como una razón que reforzó los motivos de la masacre.
La reconstrucción de la película está trabajada en base a la memoria de los ancianos, su relato oral y el recuerdo in situ. Como no existe registro escrito de nada de lo ocurrido, también se siguen los acontecimientos a través de documentación reservada y el seguimiento del trabajo de un forense que busca en las inmediaciones de La Bomba, pruebas óseas de la matanza.
Las huellas, los datos indiciarios y la voz de los ancianos tienen la frescura y el ímpetu de ser contados por primera vez, demuestran, que a pesar de la represión y el silencio de la historia oficial, los sucesos encuentran una rendija para salir a la luz. En este plano, el documental se planta como una investigación que hilvana las hilachas del complejo tejido de la historia. Sin embargo, cuando culmina la película, sentimos que no se desarrolla en profundidad el motivo completo de tal avezada aniquilación. No importa: el develamiento tiene pasos, se toma su tiempo, requiere maceración.
En el Bafici, la proyección contó con la presencia su realizadora, Valeria Mapelman acompañada de representantes de la comunidad pilagá. Todos subrayaron que el registro fue resultado del testimonio de los sobrevivientes de la matanza y que es importante que se conozca este crimen perpetrado por el Estado en 1947.
En definitiva, Octubre Pigalá tiene el valor de ser un documental que sacude con un tema que más que desconocido fue escondido, amordazado y malversado por el gobierno con la complicidad de los diarios de la época. Un film controvertido porque marca que fue en el gobierno de Perón que se ejecutaron a pueblos indígenas al estilo Campaña del Desierto de Roca. Desde el punto de vista metodológico, aporta una investigación que si bien no parece completa, evidencia las complicaciones del abordaje de una cultura oral y silenciada, y también la posibilidad de multiplicar datos que surgen de una lectura sobre los resabios, las voces calladas, las huellas olvidadas en los márgenes de la historia…